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miércoles, 2 de septiembre de 2015

MEDJUGORJE: GRACIA EXTRAORDINARIA PARA TODA LA IGLESIA.

«Medjugorje, continuación de Fátima, con el mismo llamado a la paz, a la conversión de corazón, a la vida de Gracia» (La Virgen  a un alma escogida).
Muy pocos católicos creen en esta verdad, porque han dejado de creer en Fátima. Fátima pertenece al pasado. Ahora, es necesario construir un futuro con un lenguaje nuevo, adaptado a la moda de los hombres, a sus culturas. Por eso, muchos no creen en la Virgen María, en su obra en el mundo, en su misión divina.
Si la Virgen se aparece en tantos lugares del mundo es que está anunciando la segunda Venida de Su Hijo en Gloria.
Pero, no creen en esto. Sólo creen que esa segunda venida es para el juicio final. Si no han comprendido lo que pasó en el Paraíso, tampoco comprenden el Apocalipsis, que les habla claramente del Milenio.
Y no ven las apariciones de la Virgen como «medios para vuestra verdadera conversión y salvación» (Ib): no hay reino glorioso si el pecado reina en los corazones como señor. Hay que buscar la verdadera conversión, aquello que pone en camino de salvación al hombre entero, no sólo a su alma. Y, entonces, las apariciones son sólo impedimentos para construir el paraíso en la tierra. Están todos dando vueltas a lo que hay en sus grandes inteligencias humanas, y han quedado embrutecidos en su sabiduría:
«… hay algunos que siempre necesitan novedades en la identidad cristiana y olvidan que han sido elegidos, ungidos”, que “tienen la garantía del Espíritu” y que “buscan: ¿dónde están los videntes, qué nos dice hoy la carta que la Virgen les enviará a las cuatro de la tarde? – Por ejemplo ¿no? Y viven de esto. Esta no es identidad cristiana. La  última palabra de Dios se llama ‘Jesús’ y nada más».
Hay muchos que ponen su mente en el cubo de la basura y se pasan el día repitiendo las necedades y estupideces de Bergoglio. Necesitan esas palabras -tan vacías de verdad, tan llenas de mentira- porque viven buscando las fábulas en sus vidas.
¡Muchos viven del cuento! ¡Y Bergoglio es el mejor cuentista de la historia! En la Iglesia ya ha comenzado el negocio que traen las fábulas de Bergoglio!
La última palabra de Dios se llama la Virgen María. Y nada más y nada menos.
«¡Qué hermosa eres, Amada Mía, qué hermosa eres!… Cintillo de grana son tus labios, y tu hablar es suave… Eres toda hermosa… y no hay en ti defecto alguno…  eres jardín cercado, fuente sellada… fuente que mana a borbotones, fuente de aguas vivas» (Ct 4, 1a.3a.7.12b.15a).
La última palabra es la que es Fuente de aguas vivas, la que da las inteligencias del Espíritu a todos los hombres, la que ofrece al hombre la clave de los Misterios de Dios.
Sabiduría Divina es la Virgen María. Y un hombre se hace sabio porque acepta las palabras de la Virgen María en sus apariciones. Un hombre se vuelve un loco porque desprecia  a la que es toda hermosa, a la que no tiene pecado ninguno, a la que no cae en ningún error en su mente.
Bergoglio es sólo un idiota porque no cree en las apariciones.
Nadie tiene la garantía del Espíritu, porque todos somos siervos inútiles del Señor, que no merecen nada por haber sido elegidos. Nadie tiene el derecho de arrogarse el Espíritu del Señor porque es sólo del Señor, no de ninguna Jerarquía.
Y el Espíritu sopla donde quiere: «todo el que nace del Espíritu» (Jn 3, 8) no está sujeto, no vive de ningún pensamiento humano. El Espíritu lleva a las cosas espirituales,  a buscar la acción de Dios en los corazones humildes. Aquel que busque al hombre porque sólo está vestido de sacerdote o porque sólo cumple un oficio en la Iglesia, no es del Espíritu, no tiene el Espíritu. Dios se esconde a los grandes del mundo y de la Iglesia: a esos que dicen que tienen la garantía del Espíritu. Dios sólo hace maravillas con los que son nada: «¡Hermanos, empecemos de nuevo, porque hasta ahora no hemos hecho nada!» (San Francisco de Asís).
Que ningún insensato loco se atreva a maldecir a la Virgen María, porque la Iglesia vive de esto: de las palabras de la Virgen María. Esta es la identidad de la Iglesia Católica, le guste o no le guste al loco de Bergoglio. Lo entienda o no lo entienda.
La Iglesia ha silenciado a la Madre de Dios en Fátima: ahora, que sufra con las palabras malditas de Bergoglio. Ahí tenéis lo que habéis buscado. Habéis despreciado las palabras de sabiduría divina de la Virgen María, arrastraos -todo el maldito día- para alimentaros de las palabras babosas y blasfemas de un loco de atar, que ni siquiera tiene sabiduría humana. Es más bruto que los brutos.
¡No se juega con la Virgen María! Se la respeta y se la obedece por encima de todas las cosas. Hay que hacer caso antes a la Madre de Dios que a la Jerarquía de la Iglesia.
«Estos son tiempos difíciles para la Iglesia, en donde todo lo que os anuncié se cumple, pues muy despreciada por los hombres he sido, y hoy en día se cuestiona y se pone en juicio Mis Apariciones y Mi Santuario Mariano en Medjugorje» (La Virgen  a un alma escogida).
¡No hay más tiempo! ¡Se están cumpliendo lo anunciado en las profecías! Y, por eso, es necesario negar toda aparición mariana.
«Serán silenciados todos los videntes auténticos y mensajeros de Dios, y se escucharán los falsos profetas y falsos testigos, que hablan de parte del Enemigo y se levantan contra Dios, contradiciendo Su Ley y Sus Manifestaciones Divinas»(Ib).
Ya lo hicieron con Sor Lucía de Fátima, con las niñas de Garabandal, lo están haciendo con las videntes de Medjugorje, han suprimido Akita, se han olvidado de La Salette, se burlan de Guadalupe, en el Escorial lanzaron una ofensiva política contra todos, y ninguna Jerarquía cree en nada. Cada vez que oyen hablar de mensajes comienzan a despotricar por sus bocas.
«Ha llegado el tiempo profetizado, y de tanto dolor en Mi Corazón como Madre de la Iglesia: ROMA PERDERÁ LA FE, y será consumida en llamas para acabar con su pecado, purificándola de todas sus iniquidades e inmundicias, porque se prostituyó y profanó el Lugar que era tan Sagrado para Dios» (Ib).
Es el tiempo de que Roma pierda la fe. Ya ha llegado. Es el tiempo, profetizado en Fátima, de que en Roma habría dos papas: uno, el verdadero, al cual lo tienen prisionero; otro, un impostor, que prepara a la Iglesia para ser la prostituta del Anticristo.
Es el tiempo de los profetas: ¡ay de aquel que no siga el Espíritu de la profecía! Se va a perder en sus tradiciones, en sus liturgias, en su forma de comprender el magisterio de la Iglesia. Es la mediocridad de muchos: quieren defender la tradición obedeciendo a un falso papa. Al final, van a vomitar la tradición para quedarse con la mente de un pervertido.
Es el «tiempo de confusión para los tibios y los mediocres, pero no para los Verdaderos Hijos de Dios: nada los detendrá ni confundirán vuestros espíritus, impregnados de la Verdad de Dios, de Su Ley y su Verdadera Doctrina» (ib).
Hoy, como ayer, nadie cree en los profetas. Porque así es el hombre: ha nacido incrédulo, por el pecado original, y a pesar de haber recibido la fe, es como Santo Tomás: si no veo, no creo. Si no veo a Roma en llamas, no creo. Si no veo que en el Sínodo sacan una ley en contra de la ley de Dios, no creo. Si no veo cambios en la liturgia, no creo.
¡Es el tarugo mental que tienen tantos católicos llenos de teologías y filosofías!
Sus formas de pensamiento les conducen a la mayor ceguera de todas: no saben discernir los signos de los tiempos. No saben dar el paso en su mente: estamos viviendo el inicio de la Segunda Venida de Jesucristo.
Para que venga Cristo a reinar sobre la tierra, es necesario primero un gran castigo sobre la Iglesia y sobre el mundo. Los secretos de Medjugorje hablan sobre eso. Pero, como no son conocidos por la Jerarquía, entonces hay que silenciar Medjugorje. No pueden actuar como lo hicieron con Sor Lucía: no pueden presentar un mensaje adulterado. Hay que hacer callar a esos videntes o quitarlos de en medio.
«El Ángel del Señor, con la flecha de fuego para herir a Roma, la Ciudad Santa, sólo aguarda la voz potente del que está sentado en el Trono Divino y gobierna todo» (ib).
El castigo es inminente. Castigo de fuego. Castigo para purificar la Iglesia de tanto pecado como hay en toda la Jerarquía. Se lo merecen. ¡Muchos se merecen el infierno! ¡Viven como auténticos demonios encarnados!
Nadie cree en este castigo divino, sino que todos andan buscando cómo salvar el planeta del sobrecalentamiento global, que sólo existe en sus imaginaciones. Y así andan castigando a todo aquel que no se someta a su gran barbaridad intelectual, al gran insulto para la inteligencia humana que es Laudato Si.
Medjugorje es una gracia extraordinaria para toda la Iglesia:
«Todo el que recibe una gracia extraordinaria debe hacerla fructificar a favor de la Iglesia. Prueba de ello es que los videntes han dicho, a propósito de algunos secretos, que cuando éstos sean revelados, para muchos será ya tarde. Esto significa que la atención está puesta sobre nuestra participación en la acción divina en nosotros, incluida la que se manifiesta en Medjugorje de modo tan extraordinario». (P. Tomislav – Veinticinco años con María).
Quien no acoge la acción de Dios, que se manifiesta de modo ordinario en su vida y de modo extraordinario en Medjugorje (y en otras apariciones marianas), será tarde para él: no podrá encontrar un camino de salvación para su alma.
¡Así está de dura la vida eclesial!
¡Ya no puedes confiar en lo que dice la Iglesia oficial! ¡Roma ha perdido la fe!
¡Es el tiempo de los secretos de Medjugorje! Pero, para que sean revelados, antes hay que silenciar a Medjugorje.
Los videntes han hecho fructificar el don que han recibido. Y muchas personas, a su alrededor, también han participado de esa obra divina en los videntes. Pero, muchos otros, dentro de la Iglesia se han dedicado a no creer: a atacar y a destruir a la Madre de Dios. Y aquel que no sabe discernir dónde está la Virgen María, no puede encontrar nunca a Jesús. Y, menos, sabrá edificar la Iglesia sobre la roca de la verdad. Sólo sabe levantar una iglesia apoyada sólo en el lenguaje humano.
Si la Jerarquía, y los miembros de la Iglesia, hubieran hecho caso a la Virgen María, fuente de aguas vivas, habrían entendido todas las cosas de este tiempo del Anticristo, que es el que se opone a Cristo.
Pero, como han despreciado a la Virgen, también han despreciado a Cristo, y están demostrando su amor al Anticristo: están levantando una iglesia para el Anticristo.
«Pedid por el clero que es impostor, por los judas de estos tiempos que traicionan al Hijo, entregando y traicionando a Su Iglesia.
Dentro de la misma Iglesia se está tramando la Traición de la Misma: el beso de Judas, uno de entre los amigos íntimos del Hijo.
Porque el instante ya está con vosotros, mis hijitos, en que manipularán la Ley de Dios y sus Mandatos Divinos. El hombre malo se hará más malo, y el bueno será más bueno por la Gracia de Dios; y será más piadoso y santo, para ser luz en medio de las tinieblas, que ya van cubriendo la tierra y la Iglesia de Mi Hijo» (La Virgen  a un alma escogida).
El clero es impostor; son judas que van tras la bolsa de dinero; se presentan con una sonrisa en la boca para terminar dando una patada en el trasero a todo aquel que no se someta a las locuras de Bergoglio.
La Virgen María reveló, desde las primeras semanas de sus apariciones, el sentido espiritual profundo de su extraordinaria presencia en Medjugorje:
«Se está desarrollando un gran combate entre mi Hijo y Satanás. Lo que está en juego son las almas de los hombres» (02.08.1981).
La Virgen recuerda lo que está en las Sagradas Escrituras: Ella es la Mujer vestida de sol, que lucha contra el Dragón que se abalanza contra la Mujer que ha dado a luz a un Hijo Varón.
Están en juego las almas, no los estómagos de los pobres. Peligra la salvación  de las almas, no la salvación del planeta para conseguir un paraíso en la tierra. Muchos ya no creen en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro, sino que han puesto su esperanza en su comunismo y en su idea masónica del Universo.
Quieren hacer de Medjugorje sólo un lugar de oración, pero no de Aparición. Y Medjugorje no es un lugar de devociones piadosas, sino que es el lugar elegido por la Virgen María para un gran combate espiritual.
«Satanás está rabioso con los que ayunan y se convierten» (15.08.1983).
Luego, Satanás está contento con Bergoglio que no quiere proselitismos: quiere que todo el mundo permanezca en su pecado y dé culto a sus dioses.
En toda aparición mariana hay combate espiritual. Es la primera señal de la Presencia de Dios.
«Os invito a todos de una manera especial a la oración y a la renuncia, porque ahora como nunca antes, Satanás quiere mostrar al mundo su rostro infame con el que arrastrar al mayor número de gente posible por el camino de la muerte y del pecado. Por esto, queridos hijos, ayudad a mi Corazón Inmaculado a triunfar en un mundo de pecado»  (25.09.1991).
En Fátima, la Virgen enseñó a los niños el infierno, para salir del pecado. En Medjugorje, la Virgen sigue haciendo lo mismo: enseña a quitar el pecado.
Medjugorje renueva el mensaje de Fátima, porque ninguna Aparición de la Virgen es para dar algo nuevo que nunca se ha revelado. Sino que es para que la mirada del hombre sea capaz de percibir lo que ha sido revelado, pero que el hombre, por su gran soberbia, por su obstinado orgullo, por su clara lujuria de la vida, no ve ni puede ver, aunque tenga todos los conocimientos filosóficos y teológicos acumulados.
Toda la Jerarquía que gobierna la Iglesia vive en sus pecados, en su mundo de pecado. Y lo saben. Tienen los caminos para quitar el pecado y no los siguen. Entonces, la consecuencia es lógica: acallemos unos mensajes que hablan de la oración, del ayuno, de la renuncia para que el hombre quite sus pecados. Si no son capaces de seguir el catecismo de la Iglesia, que les enseña a luchar contra el pecado, menos son capaces de seguir las palabras de la Virgen que les enseña lo mismo.
«No dudéis en recibir el mensaje, que es mensaje del Cielo, si se os llama a la oración, a la penitencia, al ayuno y las obras de piedad. No temáis recibir con gratitud ese mensaje porque son medios para vuestra verdadera conversión y salvación» (La Virgen  a un alma escogida).
El hombre no sabe ver el mundo espiritual: no sabe convertirse al mundo de Dios. Sólo sabe vivir su mundo humano, su mundo racional, que es totalmente limitado, oscuro. Y, por eso, la Virgen se aparece para mostrárselo al hombre como es.
Muchos desprecian las apariciones porque no han comprendido el camino espiritual de la Iglesia. Se han quedado en el camino humano: lo que los hombres, la Jerarquía, dice o no dice. Y no salen de esas medidas humanas, porque tampoco saben obedecer a la Jerarquía. Siempre caen en el falso respeto y en la falsa obediencia a una Jerarquía que ha perdido la fe, que cuando habla sólo le interesa poner de relieve el temor de las revelaciones privadas para la vida eclesial.
Así son muchísimos católicos: tienen miedo de enfrentarse a una aparición de la Virgen, porque no quieren salirse de sus medidas humanas. Están tan metidos en su mente, en sus ideas, en sus malabarismos intelectuales, que ven extraño que Dios hable o que la Virgen se aparezca en algún lugar para repetir lo que ya saben.
Viven en su sueño de que ellos son mejores que muchos católicos que van buscando, aquí y allá, mensajes para su vida espiritual. Ellos, con sus dogmas, con sus tradiciones, con sus santos, acaban haciéndose unos sepulcros blanqueados.  Y sólo saben criticar a todo aquel que cree en una revelación privada. Sólo saben llenarse la boca de desprecios a la Virgen, anulando sus apariciones, para después hablar con orgullo, con palabras medidas sobre las excelencias de la Virgen.
Si la Virgen se aparece en Medjugorje, ¿quién es el hombre para negar esta verdad? ¿Quién puede comprender los designios de Dios?
«Queridos hijos, hoy, como nunca antes, os invito a la oración… Satanás es fuerte y desea destruir no sólo la vida humana, sino también la naturaleza y el planeta en el que vivís. Por esto, queridos hijos, orad para estar protegidos a través de la oración con la bendición de la paz de Dios. Dios me ha enviado a vosotros para ayudaros. Si queréis, coged el Rosario, ya sólo el Rosario puede hacer milagros en vuestra vida» (25.01.1991).
Sólo es el Rosario el que hace milagros: la oración a la Virgen María. Lo demás, no sirve para levantar este mundo lleno de pecado.
Quien sostiene a la Iglesia es el Rosario. No es la Jerarquía que obedece a un falso papa: ellos están destruyendo a la Iglesia.
Sólo los humildes de corazón saben luchar contra satanás para que las puertas del infierno no prevalezcan contra la Iglesia.
La gente humilde, con el Rosario en la mano y en el corazón, es la que edifica la Iglesia, la que levanta la Iglesia y la lleva a donde Dios la quiere.
Los demás, están perdidos en su falsa sabiduría humana. No acuden a la Fuente de aguas vivas, que es la Virgen María en todas sus apariciones.
¡Todos tienen miedo de defender las apariciones marianas! ¡Todos se apuntan al carro del relativismo!
Dios quiere realizar por medio de la Virgen María un gran plan de gracia para salvar las almas del objetivo central que tiene Satanás:
«Yo estoy con vosotros también en estos días inquietos, en los que Satanás quiere destruir todo lo que yo y mi Hijo estamos construyendo… Satanás quiere destruir todo lo que hay de santo en vosotros y en vuestro entorno. Por esto, hijitos, orad, orad, orad…» (25.09.1992).
Porque «no es nuestra lucha contra la carne y la sangre,… sino contra los espíritus que se mueven en los aires» (Ef 6, 12), que quieren destruir todo el planeta, no sólo las almas.
Y, para vencer en esa lucha, la Virgen María dictó a Jelena cómo vestirse de la armadura de Dios:
1. Renunciad a todas las pasiones y deseos desordenados.

Evitad la televisión, sobretodo las transmisiones nocivas.

Los deportes excesivos, el placer excesivo de la comida y las bebidas, el alcohol, el tabaco.


2. Abandonaos a Dios sin reservas.
3. Desterrad definitivamente cualquier tipo de angustia. No hay lugar para la angustia en el corazón de quien se abandona a Dios. Las dificultades subsistirán, pero servirán para el crecimiento espiritual y darán gloria a Dios.
4. Amad a vuestros adversarios. Desterrad el odio del corazón, la amargura, los juicios, los prejuicios. Orad por vuestros adversarios e invocad la bendición divina sobre ellos.
5. Ayunad a pan y agua dos veces por semana. Reuníos en grupo al menos una vez a la semana.
6. Consagrad a la oración al menos tres horas cada día, de las cuales al menos media hora por la mañana y media hora por la tarde. En este tiempo de oración están incluidos la Santa Misa y el Rosario. Reservaos momentos de oración a lo largo del día y recibid la Santa Comunión siempre que os sea posible. Orad con gran recogimiento. No miréis continuamente el reloj, más bien dejaos guiar por la gracia de Dios. No os preocupéis demasiado de las cosas de este mundo, confiando todo, en la oración, a nuestro Padre celestial. Cuando uno está demasiado preocupado, no puede rezar porque falta la serenidad interior.
Dios contribuirá a conducir a buen fin las cosas terrenas, cuando uno se esfuerza por abrirse a las cosas de Dios. Aquellos que van a la escuela o al trabajo deben rezar media hora por la mañana y media hora por la tarde y participar, si es posible, en la Eucaristía. Es necesario extender el Espíritu de oración al trabajo cotidiano, es decir, acompañar el trabajo con la oración.
7. Sed prudentes, porque el demonio tienta a todos aquellos que han decidido consagrarse a Dios y sobretodo a ellos. Les sugerirá que rezan demasiado, que ayunan demasiado; que deben ser como los otros jóvenes y buscar los placeres. ¡No deben escucharlo ni obedecerle! Deben prestar atención a la voz de la Virgen. Cuando su fe se haya consolidado, el demonio ya no conseguirá seducirlos.
8. Orad mucho por el obispo y por los responsables de la Iglesia. No menos de la mitad de sus oraciones y de sus sacrificios deben consagrarse a esta intención. (“Messagi e pedagogia di Maria a Medjugorje” de R. Laurentin – R. Lejeune)
Las reglas que la Virgen María dictó a los jóvenes del grupo, ¿no están totalmente de acuerdo con la doctrina de Cristo y con el magisterio de la Iglesia? Entonces, ¿por qué dicen que estas apariciones son falsas? ¿En qué se fundamentan?
Todo el problema es éste: han dejado de creer en la Palabra de Dios. Sólo creen en sus palabras humanas, que las hacen oficiales. Oficializan su incredulidad
«…muchos oran, pero poquísimos entran en la oración» (La Virgen a Jelena). Muchos católicos están toda su oración en el run-run de su mente humana, dando vueltas a sus ideas magníficas, creyendo que oran cuando sólo están hablando consigo mismo. Y están así sólo por una cosa, que es la primera regla del grupo: «Renunciad a todas las pasiones y deseos desordenados». No han renunciado a sus pasiones y a sus grandes apegos humanos.
Quien se entrega al pecado, no puede entrar en la oración. Sólo el que renuncia a los pecados, el que los arranca de su alma, tiene la capacidad de entrar en la Presencia de Dios.
Toda esa Jerarquía que quiere negar Medjugorje es gente que no reza, porque vive muy a gusto en sus grandísimos pecados de herejía, de apostasía de la fe y de cisma.
Medjugorje es una gracia extraordinaria para la Iglesia que la misma Iglesia ha despreciado. Gracia que no puede fructificar allí donde no hay fe.
Si Fátima abría a la Iglesia el camino hacia el Reino Glorioso de Cristo, Medjugorje lo descubre en su plenitud.
«Todo lo que se oponga a la Cruz y al sufrir con Cristo, no es de Dios, viene del príncipe de las mentiras.
Toda enseñanza contraria al Evangelio que les predicó Mi Hijo, y os dejó en herencia y por medio del testimonio de los primeros Apóstoles, que sea cambiado o manipulado, viene del Enemigo, el diablo, y debéis negaos a consentir todo error, toda herejía que contradiga la Palabra Divina. No provoquéis al Santo de Dios, para que no os veáis atribulados por ver el Juicio Divino sobre vosotros, que consentís el pecado» (La Virgen  a un alma escogida).
Combatan a toda esa jerarquía que combate las apariciones de la Madre de Dios. Ellos no son de la Virgen, aunque tengan en sus bocas el nombre de Ella. Lo toman en vano, para su gran negocio en la Iglesia.
Es tiempo para que los videntes de Medjugorje dejen de predicar que Bergolio es papa y defiendan la gracia extraordinaria que la Virgen les ha dado. Si no lo hacen, comprometen la misma aparición. Es la Cruz, la vida crucificada lo que da la fuerza para esto:
«La Cruz será un signo de esperanza y salvación para muchos, que se verán obligados y limitados a mantener viva esta devoción a Mis Apariciones, en ese lugar de Medjugorje» (La Virgen  a un alma escogida).

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