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lunes, 14 de septiembre de 2015

LAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS ESTÁN SUCEDIENDO DELANTE DE SUS OJOS Y LES ANUNCIAN QUE ES LLEGADA LA HORA DE LA BATALLA FINAL ENTRE EL GRAN DRAGÓN INFERNAL Y LA MADRE DE DIOS. AHORA ES LA HORA DE LA DECISIÓN, LA HORA DE LA BATALLA DECISIVA.


Mensajes De Dios Al Mundo a través de su profeta: Marcos Tadeu


Jacareí, 05 de Septiembre del 2015

MENSAJE DE SANTA LUCÍA


“Queridos Hermanos, Yo, Lucía, nuevamente vengo a decirles:

“Grande es el Amor de Dios por ustedes.”

Abran sus corazones a Dios y Él entrará en sus corazones, llenándoles de Gracias e inundando sus vidas de Sus Bendiciones.

Usen la Santa Medalla de la Paz con amor.

Esta Medalla verdaderamente será una señal de Gracias y de Bendiciones en sus vidas, pero para que estas Gracias y esas Bendiciones sucedan en sus vidas, tienen que tener Fe, Fe verdadera en las Apariciones y Fe verdadera de que la Santa Medalla de la Paz fue revelada por la Madre de Dios y vino del Cielo.
 Entonces sí, entonces las Gracias serán abundantes en sus vidas.

Crean verdaderamente en las Apariciones.

Crean verdaderamente en la Santa Medalla de la Paz.

Tengan Fe y las Gracias verdaderamente sucederán
en sus vidas.

¡Conviértanse rápidamente!
Porque el tiempo está terminando.

 Las señales de los tiempos están desarrollándose, sucediendo delante de sus ojos y ya les anuncian que es llegada la hora de la batalla final entre el gran dragón infernal y la Madre de Dios.

No pueden más quedar divididos entre Ella y el diablo, entre el bien y el mal, entre el pecado y la Gracia de Dios. ¡No! Decídanse por Dios, por la Madre de Dios, porque verdaderamente ahora es llegada la hora de la decisión, es llegada la hora de la batalla decisiva.

¡Conviértanse rápidamente! Porque muy pronto el Señor estará volviendo para poner fin a toda persecución del mundo contra Su Madre Santísima en Sus Apariciones.
Y finalmente los malos tendrán su castigo que merecen. Si ustedes no quieren ser del número de estos infelices que serán castigados por la Justicia de Jesús, decídanse por la Madre de Dios y Sus Mensajes, solamente así, serán salvos.
Continúen rezando Mi Coronilla todas las semanas, para que Yo continúe realizando Gracias en medio de ustedes.

Renuncien a su voluntad para que verdaderamente el Amor Divino crezca en sus corazones hasta la plenitud.
A todos bendigo con amor: de SIRACUSA… de CATANIA… y de JACAREÍ.”  


Algunas de las Señales Milagrosas
En el Santuário de las Apariciones de Jacareí.,
 San Pablo,Brasil.


 Foto milagrosa de Marcos con el manto de Nuestra Señora

Mensajes De Dios Al Mundo a través de la Venerable: Sor María de Jesús de Agreda









Vida de la Virgen María

La Mística Ciudad de Dios.







MÍSTICA CIUDAD DE DIOS, PARTE 10

Esposo y señor mío —respondió la Reina— si de la mano liberalísima del Muy Alto recibimos tantos bienes de gracia, razón es que con alegría recibamos los trabajos temporales (Job 2, 10).

Con nosotros llevaremos al Creador de cielo y tierra, y si nos ha puesto cerca de sí mismo, ¿qué mano será poderosa para ofendernos, aunque sea del rey Herodes? Y donde llevamos a todo nuestro bien y el sumo bien, el tesoro del cielo, a nuestro dueño, nuestra guía y luz verdadera, no puede ser destierro, pues él es nuestro descanso, parte y patria; todo lo tenemos con su compañía, vamos a cumplir su voluntad.

—Llegaron María santísima y San José a donde estaba en una cuna el infante Jesús, que no acaso dormía en aquella ocasión.

Descubrióle la divina Madre y no despertó porque aguardó aquellas tiernas y dolorosas palabras de su amada:

 Huye, querido mío, y sea como el cervatillo y el cabrito por los montes aromáticos (Cant 8, 14), venid, querido mío, salgamos fuera, vamos a vivir en las villas (Cant 7, 11)).

Dulce amor mío —añadió la tierna Madre—, cordero mansísimo, vuestro poder no se limita por el que tienen los reyes de la tierra, pero queréis con altísima sabiduría encubrirle por amor de los mismos hombres.

¿Quién de los mortales puede pensar, bien mío, que os quitará la vida, pues vuestro poder aniquila el suyo?
Si vos la dais a todos, ¿por qué os la quitan? Si los buscáis para darles la que es eterna, ¿cómo ellos quieren daros muerte? Pero ¿quién comprenderá los ocultos secretos de Vuestra Providencia? Ea, Señor y lumbre de mi alma, dadme licencia para que os despierte, que si Vos dormís, vuestro corazón vela (Cant 5, 2).

Algunas razones semejantes a éstas dijo también el santo José, y luego la divina Madre, hincadas las rodillas, despertó y tomó en sus brazos al dulcísimo infante, y él, para enternecerla más y mostrarse verdadero hombre, lloró un poco —¡oh maravillas del Altísimo en cosas tan pequeñas a nuestro flaco juicio!—; mas luego se acalló, y pidiéndole la bendición su purísima Madre y San José se la dio el Niño, viéndolo entrambos; y cogiendo sus pobres
mantillas en la caja que las trajeron, partieron sin dilación a poco más de media noche, llevando el jumentillo en que vino la Reina desde Nazaret, y con toda prisa caminaron hacia Egipto, como diré en el capítulo siguiente.

Y para concluir éste se me ha dado a entender la concordia de los dos Evangelistas San Mateo y San Lucas sobre este misterio; porque, como escribieron todos con la asistencia y luz del Espíritu Santo, con ella misma conocía cada uno lo que escribían los otros tres y lo que dejaban de decir, y de aquí es que por la divina voluntad escribieron todos cuatro algunas mismas cosas y sucesos de la vida de Cristo Señor nuestro y de la historia evangélica y en otras cosas escribieron unos lo que omitían otros, como consta del evangelio de San Juan y de los demás.

San Mateo escribió la adoración de los Reyes y la fuga a Egipto (Mt 2, 1ss) y no la escribió San Lucas, y éste escribió la circuncisión y presentación y purificación (Lc 2, 2ss) que omitió San Mateo.

Y así como San Mateo, en refiriendo la despedida de los Reyes magos, entra luego contando que el ángel habló a San José para que huyesen a Egipto (Mt 2, 13), sin hablar de la presentación, y no por eso se sigue que no presentaron primero al niño Dios, porque es cierto que se hizo después de pasados los Reyes y antes de salir para Egipto, como lo cuenta San Lucas (Lc 2, 22ss); así también, aunque el mismo San Lucas tras de la presentación y purificación escribe que se fueron a Nazaret (Lc 22ss), no por eso se sigue que no fueron primero a Egipto, porque sin duda fueron como lo escribe San Mateo, aunque lo omitió
San Lucas que ni antes ni después escribió esta huida, porque ya estaba escrita por San Mateo (Mt 2, 14). Y fue inmediatamente después de la presentación, sin que María santísima y San José volviesen primero a Nazaret.

 Y no habiendo de escribir San Lucas esta jornada, era forzoso
para continuar el hilo de su historia que tras la presentación
escribiera la vuelta a Nazaret. Y decir que acabado lo que mandaba la ley se volvieron a Galilea, no fue negar que fueran a Egipto sino continuar la narración dejando de contar la huida de Herodes.

 Y del mismo texto de San Lucas (19) se corrige que la ida a Nazaret fue después que volvieron de Egipto, porque dice que el Niño crecía y era confortado con sabiduría y se conocía en él la gracia; lo cual no podía ser antes de los años cumplidos de la infancia, que era después de la venida de Egipto y cuando en los niños se descubre el principio del uso de la razón.

También se me ha dado a entender cuan estulto ha sido el escándalo de los infieles o incrédulos que comenzaron a tropezar en esta piedra angular, Cristo nuestro bien, desde su niñez, viéndole huir a Egipto para defenderse de Herodes, como si esto fuera falta de poder y no misterio para otros fines más altos que defender su vida de la crueldad de un hombre pecador.

Bastaba para quietar el corazón bien dispuesto lo que el mismo evangelista dice (Mt 2, 15): Que se había de cumplir la profecía de Oseas, que dice en nombre del Padre eterno: Desde Egipto llamé a mi Hijo (Os 11, 1). Y los fines que tuvo en enviarle allá y en llamarle, son muy misteriosos y algo diré adelante (Cf. infra
n. 641). Pero cuando todas las obras del Verbo humanado no fueran tan admirables y llenas de sacramentos, nadie que tenga sano juicio puede redargüir ni ignorar la suave Providencia con que Dios gobierna las causas segundas, dejando obrar a la voluntad humana según su libertad; y por esta razón, y no por falta de poder, consiente en el mundo tantas injurias y ofensas de idolatrías, herejías y otros pecados que no son menores que el de Herodes, y consintió el de Judas Iscariotes y de los que de hecho maltrataron y crucificaron a Su Majestad; y claro está que todo esto lo pudo impedir y no lo hizo, no sólo por obrar la
redención, mas porque consiguió este bien para nosotros dejando obrar a los hombres por la libertad de su voluntad, dándoles la gracia y auxilios que convenía a su Divina Providencia para que con ellos obraran el bien, si los hombres quisieran usar de su libertad para el bien, como lo hacen para el mal.

Con esta misma suavidad de su Providencia da tiempo y espera a la conversión de los pecadores, como se la dio a Herodes; y si usara de su absoluto poder e hiciera grandes milagros para atajar los efectos de las causas segundas, se confundiera el orden de la naturaleza y en cierto modo fuera contrario como autor de la gracia a sí mismo como autor de la naturaleza; y por esto los milagros han de ser raros y pocas veces, cuando hay causa o fin particular; que para esto los reservó Dios para sus tiempos oportunos, en que manifestase su omnipotencia y se
conociese ser autor de todo y sin dependencia de las mismas cosas a quien dio el ser y da la conservación.

Tampoco debe admirar que consintiese la muerte de los niños inocentes que degolló Herodes (Mt 2, 16), porque en esto no convino defenderlos por milagro, pues aquella muerte les granjeó la vida eterna con abundante premio; y ésta sin comparación vale más que la temporal, que se ha de posponer y perder por ella, y si todos los niños vivieran y murieran con la muerte natural por ventura no todos fueran salvos.

 Las obras del Señor son justificadas y santas en todo, aunque no luego alcancemos nosotros las razones de su equidad, pero en el mismo Señor las conoceremos cuando le veamos cara a cara.


Doctrina que me dio la Reina del cielo María santísima.

Hija mía, entre las cosas que para tu enseñanza debes advertir en este capítulo, sea la primera el humilde agradecimiento de los beneficios que recibes, pues entre las generaciones eres tan señalada y enriquecida con lo que mi Hijo y yo hacemos contigo, sin merecerlo tú.

Yo repetía muchas veces el verso de Santo Rey David: ¿Qué
daré al Señor por toda lo que me ha dado (Sal 115, 12)? Y con este afecto agradecido me humillaba hasta el polvo, juzgándome por inútil entre las criaturas.

 Pues si conoces que yo hacía esto, siendo Madre verdadera del mismo Dios, pondera bien cuál es tu obligación, cuando con tanta verdad te debes confesar indigna y desmerecedora de lo que recibes, pobre para agradecerlo y pagarlo.

Esta insuficiencia de tu miseria y debilidad has de suplir ofreciendo al eterno Padre la hostia viva de su Unigénito humanado y especialmente cuando le recibes sacramentado y le tienes en tu pecho; que en esto también imitarás al Santo Rey David, que después de la pregunta que decía de qué daría al Señor por lo que le había favorecido, el Señor respondía:

El cáliz de la salud recibiré e invocaré el nombre del Altísimo (Sal 115, 12).

Has de recibir y obrar la salud de la salvación obrando lo que
conduce a ella y dar el retorno con el perfecto proceder, invocar el nombre del Señor y ofrecerle su Unigénito, que es el que obró la virtud y la salud y el que la mereció y puede ser retorno adecuado de lo que recibió el linaje humano y tú singularmente de su poderosa mano.

Yo le di forma humana para que conversase con los hombres y
fuese de todos como propio suyo, y Su Majestad se puso debajo de las especies de pan y vino para apropiarse más a cada uno en singular y para que como cosa suya le gozase y ofreciese al Padre, supliendo las almas con esta oblación lo que sin ella no pudieran darle y quedando el Altísimo como satisfecho con ella, pues no puede querer otra cosa más aceptable ni pedirla a las criaturas.

Tras de esta oblación, es muy acepta la que hacen las almas abrazando y tolerando con igualdad de ánimo y sufrimiento paciente los trabajos y adversidades de la vida mortal, y de esta doctrina fuimos maestros eminentes mi Hijo santísimo y yo, y Su Majestad comenzó a enseñarla desde el instante que le concebí en mis entrañas, porque luego principiamos a peregrinar y padecer, y el naciendo al mundo sufrimos la persecución en el destierro a que nos obligó Herodes, y duró el padecer hasta morir Su Majestad en la cruz; y yo trabajé hasta el fin de mi vida, como en toda ella lo irás conociendo y escribiendo.

Y pues tanto padecimos por las criaturas y para remedio suyo quiero que en esta conformidad nos imites, como esposa suya e hija mía, padeciendo con dilatado corazón y trabajando por
aumentarle a tu Señor y Dueño la hacienda tan preciosa a su aceptación de las almas que compró con su vida y sangre.

Nunca has de recatear trabajo, dificultad, amargura ni dolores, si por alguno de éstos puedes granjearle a Dios alguna alma o ayudarla a salir de pecado y mejorar su vida;  no te acobarde el ser tan inútil y pobre ni que se logra poco tu deseo y trabajo, que no sabes cómo lo aceptará el Altísimo y se dará por servido, y por lo menos tú debes trabajar oficiosamente y no comer el pan ociosa en su casa (Prov 31, 27).


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