Matilde Oliva vidente de Jesús de la Misericordia
Garagoa Colombia
EL INFIERNO
Le beso los pies a Jesús, y los separó. ”No supe que pasó, pero vi
que un hueco inmenso se abrió bajo los pies del Señor. No sé si
viajamos a través de Él, pero pronto me vi en el infierno.
Escuché,
gritos, lamentos, había desesperación, aquel lugar era horrible.
Sentí miedo, sentí morirme de pavor, y me dije, ¡hay de mí, Señor
donde estoy!
El Señor me dijo: “no temas nada, nada te pasará, yo
estoy contigo, observa bien”.
Entonces vi una hornilla como la boca de un volcán. De ella salían
llamas inmensas. Era como un fondo donde se cocina la caña para
hacer miel. Como un lago de azufre hirviendo a borbollones, había
ahí mucha gente que gritaba y pedía auxilio sin ser escuchados.
Unos insultaban, otros estaban vestidos lujosamente, otros estaban
sin ropa. Creo que estaban con la ropa que los enterraron. Un
hombre muy rico, con mantos y anillos en los dedos, y cadenas en el
cuello, sacaba la mano y decía, sálvame por esto, y mostraba como
un gajo de cebollas. Pero las llamas empezaban a consumir el gajo de
cebollas hasta quemarle los dedos. Creo que fue algo que dio, pero
sin amor, o lo único que regaló en su vida.
El tormento era cruel, no había paz, le pregunté al Señor, ¿éste es
el rechinar de dientes? Y me contestó “No, todavía no es. Es solo
parte de sufrimiento de los condenados”.
Alrededor de la hornilla habían demonios con las piernas cruzadas,
todos tenían un trinche largo.
Su aspecto era horrible, sus ojos
rojos, boca malvada, sonrisa malévola, de un color casi negro como
gris. Fumaban y fumaban algo que los hacía más rebeldes. Y bebían
un líquido rojizo que los llenaba de soberbia.
De pronto todos se colocaron de pie en posición firme. Los
condenados deseaban desaparecer. Se consumían en el lago de
fuego, era una multitud incontable. El infierno se estremeció, todo
tembló. Por una puerta entraba un demonio como de casi dos metros
de alto, más horrible que los otros demonios. Este tenía cuernos,
garras, cola y alas como de murciélago. Los demás no tenían nada de
eso. Gritó y zapateó, y todo volvió a temblar, pregunté quien era, y
me dijo: “Es Satanás, Lucifer, rey del infierno”. Hasta los demás
demonios le tenían miedo, a una orden dada por él, todos corrieron
ante él con el trinche en la mano, en fila como un batallón de
soldados. Les dijo algo que no alcancé a escuchar, pues tenía
demasiado miedo y no le pregunté al Señor. Si el Señor no me
hubiera sostenido en ese momento, yo hubiera muerto de terror.
El Señor me dijo: "Acá no hay paz ni un segundo, acá no hay nada de
amor, es el reino del odio. Aquí vienen todos aquellos que me
despreciaron cuando estaban vivos, libre y voluntariamente,
prefirieron el mal en lugar de bien. Ahora observa bien, pues para
algunos comienza el rechinar de dientes, sufrimiento y muerte
eterna, gusano que no muere y fuego que no se apaga. Porque el que
no está conmigo, está muerto, esa es la verdadera muerte. No la
que llaman ustedes muerte”.
Los demonios corrieron hacia la hornilla después de la orden de
Satanás, y metían el trinche, sacaban a los condenados traspasados
por los trinches. Se movían como culebras sin poder soltarse.
Gritaban, se contorsionaban. Les salía sangre, alguno fueron
traspasados por la espalda, otros por las piernas, otros por la
cabeza agarraban los trinches queriendo salir. Pregunté al Señor:
¿por qué esas almas tienen sangre? Y me dijo: "Al infierno vienen en
cuerpo y alma, como al cielo van en cuerpo y alma. Estamos en el
primer infierno, y ya fueron juzgados, aquí están todos los
condenados desde la creación del mundo hasta el diluvio”. Los
demonios colocaron a los condenados como en una lámina de zinc,
galvanizada y los agarraban a trinchazos entre dos o tres demonios.
Luego como con un cortaúñas, un poco más largo, les prendían
pedazos de carne y poco a poco le arrancaban las uñas, los dedos, el
pelo, los gritos eran desesperados, eran gritos que terminaban en
lamentos...
Para que no gritaran, sacaron una especie de arma no vista en la
tierra por mí. Se las metieron en la boca. Aquella arma se abrió
como una mano, y al cerrarse les agarraba la lengua, y se las
arrancaban, bien torciéndolas o tirándoselas.
Luego con un cuchillo
bien afilado, comenzaban a volverlas cecinas, a destazarlas,
volverlas pedazos como de vistel. Los condenados no podían gritar, sus ojos parecían salirse de ellos.
Y sus mandíbulas pegaban una con otra haciendo un rechinar de
dientes horrible. Después de desprender la carne, trozaban los
huesos y los volvían nada. Por último partían la cabeza, hasta quedar
trizas, todo parecía nada en la lámina. Sangre, carne en trozos,
huesos, aquello era horrible. Y en los huesos había gusanos.
Entonces dije al Señor, ¡pobres personas! Pensé que no iban a
morir, por fin murieron, aunque los pedazos de carnes se mueven. El
me dijo: “Aquí no existe la muerte, fíjate bien”. Los demonios
tomaron esa lamina y echaron los trozos de la persona sobre un
hueco donde había llamas y fierros filosos, una especie como de
molino para volver todo polvo. En la parte de abajo de ese hueco
estaba otra vez el hueco de la hornilla.
Al caer ese polvo vi que las personas volvían a tener cuerpo y el que
se dejaba agarrar por el trinche volvía a padecer lo mismo.
Entonces pregunté al Señor: ¿Qué pasa, porque tienen que volver a
vivir? El me dijo: “La muerte ya no existe, como los hombres la
llaman. Aquí se padece la muerte eterna, que es la separación de
DIOS. Y para llegar a este lugar de tormentos, cada uno llegó aquí
libre. Esa fue la elección de ellos. Yo ya no puedo hacer nada por
ellos. Cuando podían me despreciaron y llegaron a este lugar no
creado para los hombres, para los hombres fue creado el cielo. Este
lugar fue creado para Satanás y sus ángeles”.
Me di cuenta que a mayor pecado, mayor el sufrimiento. Cada uno
paga según sus deudas. Y cada uno tiene castigos diferentes, pero
todos sufren terriblemente. Me di cuenta que con el órgano que
pecan es con el que más sufren.
Según se hundían en el lago de fuego, aparecían en un lugar de
arenas candentes, al rojo vivo. El calor era sofocante, no se podía
respirar y gritaban, ¡tenemos sed! ¡tenemos sed!
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Entonces los demonios se les subían a la nuca y les abría la boca,
hasta desgarrarla hasta los oídos. Otro demonio agarraba la arena
caliente, para que la bebieran. Era tal el desespero que corrían sin
control en la oscuridad iluminada únicamente por las arenas.
Chocaban con otros condenados y peleaban como perros callejeros.
Al llegar al final habían rocas con puertas, cada uno miraba solo una
puerta, al abrirla había un hoyo, donde estaban los animales
ponzoñosos y aquellos que más temían cuando estaban en la tierra.
El Señor me dijo que eran castigos psicológicos. No pregunté qué
era eso.
Oh pobres condenados, que desesperación, ¡que pesadilla sin fin!
Cuando lograban salir de allí, se veían esos animales por el cuerpo y
que salían por la boca y por todo lugar. Por lo único que podían
correr, es por un desfiladero de piedras cortantes, se caían y se
cortaban. Unos caían de frente y se cortaban todo, otros de
espalda y al final había una planada, el que no lograba pararse
rápidamente, una piedra redonda lo aplastaba como una cucaracha.
Al lograr levantarse se botaban por un hueco que había, y caían a la
hornilla del inicio, y todo volvía a repetirse.
El Señor me dijo: “¿Te diste cuenta que acá no hay descanso ni un
segundo? Ahora te voy a mostrar otro lugar que está esperando a
esta generación perversa y malvada. Le voy a mostrar quien sufre
más y quienes van por el camino al infierno”.
Vi entonces tres hornos más grandes que el primero y Satanás
gritaba: Qué se haga el juicio, he trabajado bastante para darle la
bienvenida a mi reino, he inventado nuevos castigos, y tormentos.
Que vengan aquí los que pudieron salvarse y no quisieron, que vengan
a mí los que me sirvieron en la tierra.
Entonces vi unas mujeres, arrastradas con cadenas, llevaban cargas
como mulas, eran golpeadas atrozmente y atormentadas. Les abrían
sus vientres, las dejaban gritar, la despedazaban, les daban con
unas cuerdas como de hierro, las insultaban, les mostraban sus hijos
que ellas habían asesinado y se las amarraban a sus pechos. Ellas
escuchaban el llanto y los gritos de sus hijos (¡¡¡porque me mataste
mamá!!!) al grito del niño, sus pechos se desgarraban y comenzaban
a sangrar, sus oídos sangraban y todo aquellos era horrible. Y
pregunté al Señor: ¿Señor JESÚS quienes son esas mujeres y por
qué sufren tanto?
Me contestó: ”Son todas aquellas que matan a sus
hijos en el aborto, sufren porque hicieron de sus vientres tumbas, y
el vientre es para dar vida. El pecado del aborto le es a mi Padre
muy difícil de perdonar. No basta con confesarlo, sino hay
verdadero arrepentimiento. Hay que hacer mucha oración y
penitencia, pidiendo misericordia a DIOS Padre como al hijo que
asesinaron. Sus gritos y llantos estarán al frente del trono de
DIOS y su sangre clamara desde la tierra al cielo”.
Y me dijo: ”Ore, Ore, por ellas, porque algunas están vivas y pueden
arrepentirse. Pues muchas van por el camino del infierno”.
Vi al lado de ellas hombres y mujeres que sufrían iguales tormentos
que ellas. Y pregunté, ¿estos quienes son, y por qué sufren iguales
tormentos? El Señor me dijo: ”Son todos los cómplices del aborto,
los que las ayudaron. Aquí pueden venir médicos, amigos,
enfermeros, parientes, o alguna persona que escuchó que iban a
abortar, y no les dijo, no lo hagas.”
Seguimos andando por ese ancho camino y vi hombres que venían
cabizbajos, con la lengua afuera, se la machacaban con piedras, les
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quemaban las manos y pies y se la atravesaban con punzones. Los
demonios descargaban toda su ira contra estos hombres. Vi como
sufrían y pregunté ¿estos quiénes son y por qué sufren tanto?
Y me
dijo el Señor: ”Son los llamados a la más alta gloria de los cielos
pero la han perdido. Se han vendido y me han vendido. Ellos son mis
sacerdotes. Los pecados del sacerdote son doble pena para mí, por
eso su castigo es doble. Son martirizados en la lengua porque han
callado mi palabra y han sido perros silenciosos, tartamudean al
hablar. Se han consumido en las pasiones y llenado de mosto, vino.
Para ellos la maldición y el fuego”.
Vi mujeres y hombres al lado de ellos que sufrían grandes penas y
pregunté
¿Quiénes son estos? Y me dijo: ”Son los que han pecado
con ellos. La mujer que hace caer a un sacerdote, más le valiera no
haber nacido, porque es más maldita que Judas. Lo mismo el hombre
que haga pecar a un sacerdote”.
Detrás de estas había una multitud que seguían ese camino y
sufrían iguales tormentos. ¿Y estos quiénes son? Y me dijo: ”Son
todos aquellos que se alejaron de mí y de mi iglesia por el pecado
del sacerdote y no oraron por él. El sacerdote se hizo para salvar a
los hombres. Si no lo hace, lo ayudan a condenar. Pues mi palabra
dice, los guardianes de mi templo están ciegos, ninguno hace nada,
son todos perros mudos incapaces de ladrar, vigilantes perezosos
que les gusta dormir. Perros hambrientos que jamás se hartan. Y
son ellos los pastores, pero no saben comprender, cada uno va por
su camino.
Cada uno busca su interés, vengan dicen, busquen vinos y
emborrachémonos con los licores, no ayudan al inocente y hacen
desaparecer a los hombres fieles (Isaías-56-9)”.
Vi detrás de estos, hombres y mujeres que sufrían iguales
tormentos, y le dije ¿quiénes son? Y me dijo “Son todos los religiosos y religiosas. Ore, ore por ellos, para que me amen y logren
salvarse. No hablen nunca mal de los míos. Es como si untaran el
dedo con chile y me lo metieran en el ojo. Solo oren, oren por ellos,
y no me causes tormentos”.
Vi hombres y mujeres que llevaban vendados los ojos, detrás de
ellos iban muchos encadenados. Los demonios los insultaban, los
golpeaban, y los violaban.
Su tormento era cruel, y pregunté
¿quiénes son esos? Y me dijo: “Son todos los brujos, hechiceros que
se han dejado enceguecer por Satanás. A ellos les esperan los
tormentos inmensos, porque vivieron más cerca de Satanás acá en la
tierra, más que a mí. Y sufrirán más que nunca, por haber servido en
el mal, libre y voluntariamente. Los encadenados son todos aquellos
que los consultan, y todos aquellos que mandan a hacer un mal de
brujería. Es preferible que mataran cara a cara, y no así. Pues
escrito está, que mi Padre no salvará a esa raza, fuera de mí, perros
malditos, para ustedes no habrá fuego ni brazas para calentar el
pan (Isaías 47- 12)”.
“Ore, ore, porque hay muchos que pueden arrepentirse. También la
multitud que les siguen y sufren tormentos son los creyentes en
horóscopos, invocadores de espíritus, toda persona que quiera
saber el futuro, o consulte a uno de ellos, es merecedor del fuego
eterno del infierno.
Vi luego hombres y mujeres atados por cadenas en las manos, cada
uno tiraba por su lado, se tiraban y se caían entre sí. Los demonios
les decían, por su culpa sufre, déle más duro.
Y pregunté ¿Quiénes
son? Y me dijo: ”Son todos mis matrimonios que no viven en paz. Son
dos bestias atadas por la misma cuerda”. Y pregunté ¿Por qué van al
infierno? Y me dijo: ”Besa mi mano” lo hice y me la colocó en los
ojos. Y vi que en esos hogares había insultos, celos, peleas, y
Satanás le gritaba a JESÚS. ¡¡Mire, mire como tengo a sus matrimonios!! ¿Qué sacó con santificarlos en el sacramento? como
la primera pareja (Adán y Eva) me pertenecen, pero ahora haré que
pierdan la gloria, no permitiré que oren ni que vayan a misa. Y se
reía a carcajadas…Mientras JESÚS lloraba. “Oren, porque hay
muchos que pueden arrepentirse y cambiar”.
Vi hombres y mujeres atados por los pies, y sufrían peor que los
anteriores. Y pregunté ¿estos quiénes son?
Y me dijo: "Son todos
los que viven sin casarse, o han cometido adulterio o fornicación”. Y
pregunté: ¿porque van al infierno? Y me tocó los ojos y vi que
JESÚS bendecía todas las uniones entre el hombre y la mujer
cuando estaban íntimamente, como la primera pareja. Pero cuando
no estaban casados, era Satanás el que dormía al lado de ellos.
Golpeando al Señor JESÚS, le escupía la cara diciendo: mira tu
criatura, el hombre convertido por mí en un animal. Aun peor que
ella, ¿de qué te sirvió morir por ellos? yo destruiré tu sacramento
que les permite unirse santamente. Pero yo haré de cada lecho un
fuego infernal envuelto en pasiones aun no permitidas. Pues a mí si
me escuchan, aunque yo no les ofrezco un reino de paz, sino de
dolor…
Y JESÚS me dijo: ”Mi sufrimiento para ellos ha sido inútil, por eso
van al infierno”. Y vi que unos de los castigos para ellos, es ver al
hombre o mujer por el cual se condenaron en el pecho, y Satanás le
daba un cuchillo filoso y ellos mismos se cortaban, y sacaban
pedazos de carne hasta llegar al corazón. Diciendo, maldito,
maldito, por tu culpa estoy aquí en este infierno. Te quiero sacar
del pecho para siempre pero no puedo.
El Señor me dijo: ”Ore, ore, porque algunos están vivos, y se pueden
arrepentir”.
Vi hombres atados con hombres, y mujeres atadas con mujeres,
atados por la cintura, que se balanceaban, como animales salvajes,
arrastrando una presa. Y estos quiénes son y porque sufren? El
Señor me dijo: ”Son toda clase de homosexuales y lesbianas, que
libres me rechazaron, y no fueron capaces de ser castos ofreciendo
su vida”. Y vi como Satanás, se revolcaba en el lecho de estos
pobres seres, dándoles más deseos sin llegar a ser saciados nunca.
Y vi como los espíritus los atormentaban en sus partes con los que
pecaron. Y vi que les atravesaban palos desde el ano hasta la boca, y
le giraban.
Y pregunté ¿La presa? Y me contestó: ”Son todos aquellos que se
acostaron con ellos. Ore, porque aun hay vivos que pueden salvarse
al arrepentirse. La persona homosexual que ofrezca su castidad a
mí, y viva sin hacer pecar a nadie, yo derramo mi infinita
misericordia, porque los amo inmensamente”.
Toda relación, anal es condenada por el Señor, es contra la
naturaleza. No podemos condenar a quienes practican la
homosexualidad, si hacemos lo mismo.
Vi hombres y mujeres con caras de animales, y sufrían
inmensamente. Y al lado de ellos, unos que llevaban como unas cintas
y unas hojas o revistas donde habían mujeres y hombres desnudos.
También sufrían y van al infierno. Y le pregunté al Señor: ¿quiénes
son, y también van al infierno? Si van al infierno sino se
arrepienten.
Los primeros son todos los que han tenido, intimidad
con los animales. Rebajándose al nivel de la bestia, y aun más que
ella, porque si ella pensara, no lo haría. Y todo aquel que haga del
sexo una obsesión a través de películas, revistas, chistes grotescos,
prostitución, palabras de mal sentido. Son dignos del fuego eterno,
con todos sus tormentos, pues han aprendido a hablar la bajeza de Satanás y no a hablar y vivir la santidad y pureza de DIOS uno y
trino.
Vi hombres y mujeres de diferentes edades, caminaban como ciegos
golpeándose con todo. Y un demonio estaba al pie de ellos,
haciéndoles caer más y más. ¿Y estos quienes son Señor? Y me dijo:
“Son todos los borrachos, alcohólicos van porque han destrozado el
templo de Espíritu Santo, donde mora la trinidad santa. Su propio
cuerpo. Y han hecho daño a sus semejantes, a sus familias,
olvidándose del primer mandamiento. Amar a DIOS y al prójimo
como a sí mismo. Estos no han aprendido ni siquiera a amarse”.
Y al lado de ellos, iban de diferentes edades reventados los labios,
con humo en la nariz, ¿Y estos quiénes son?, pregunté, y me dijo:
”Son todos los fumadores de toda clase de hierbas, droga, cigarros
o vicio. Y van porque no han amado su propio cuerpo, y los que van
con ellos, son todos los que ofrecen, o llevan a pecar. Yo les he
dicho, que el que regala un vaso de agua, es digno de cielo eterno.
Pero también quien ofrece, o hace pecar a alguien, es digno del
fuego eterno. Ore, porque algunos pueden cambiar su vida, y
librarse de este castigo”.
Vi hombres y mujeres en minifalda, o con vestidos indecentes, y
detrás de ellos, un gran número de hombres y mujeres. Y pregunté:
¿Porque van al infierno, y porque los atormentan? Me contestó: “La
mujer que use minifalda va al infierno, por corromper al hombre
seduciéndolo con su vestuario. Y lo mismo el hombre, van por
dejarse seducir. Cuidado con el vestuario. La mujer no debe llevar
pantalón y si lo lleva que no sea ajustado. Muchas parecen mulas con
frenos. Los hombres no deben llevar el pantalón apretado, pero
tampoco, aquellos que parecen faldas”. Vi que iban hombres y mujeres de toda edad, hasta niños con las
manos cortadas, algunos sin dedos. Y le pregunté ¿Quiénes son y
por qué van al infierno? Y me dijo: “Son todos los tramposos, los
ladrones, los estafadores, los que no pagan sus deudas, los que solo
se dedicaron al trabajo, los avarientos, los que en su corazón solo
estaba el Dios dinero, los que nunca dieron una limosna al pobre, ni
ayudaron al más pequeño de sus hermanos. Son todos aquellos que al
final les tendré que decir, apártate de mi maldito, vaya al fuego
eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre y
no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber. Fui
forastero y no me alojaron, estuve desnudo y no me vistieron,
estuve enfermo y en la cárcel y no me visitaron. Ore, ore por ellos,
porque algunos están vivos y pueden cambiar su corazón de piedra
(Mateo 25.)”.
Vi hombres y mujeres de todas las edades, que llevaban la lengua
afuera, y un demonio, iba montado sobre sus hombros, metiéndole
su lengua en la boca de ellos. Era una gran cantidad y le pregunté al
Señor ¿Quiénes son Señor, y por qué traen ese demonio? Me dijo:
”Son todos los chismosos, calumniadores, mentirosos, son todos
aquellos incapaces de domar la lengua. Que hicieron mal, pues esta
cargada de veneno mortal, como escrito está en mi apóstol Santiago
“Sepan domar su lengua”. El demonio que llevan es el demonio del
chisme, ore para que se conviertan, porque algunos están vivos, y no
vengan a este lugar de castigo”.
Vi hombres y mujeres que de sus bocas salían sapos, y víboras. ¿Y
estos quiénes son? pregunté. “Son todos los que pudieron enseñar
mi fe y mi doctrina y no lo hicieron. Pero sí, enseñaron cosas falsas
basadas en teorías sin poderse comprobar. Son los maestros,
escritores, catequistas, sacerdotes y padres de familia y todo el
que pueda enseñar mi fe. Y toda persona que destruya la fe de mis
pequeños niños. Yo les he escrito, hay del que enseñe otra palabra,
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hay del que escandalice a uno de estos pequeños, mas le valiera
amarrarse una piedra de moler al cuello y tirarse al mar. Ore, ore
porque para ellos, el castigo es tremendo. Y no lleguen al lugar del
castigo”.
Vi familias y padres e hijos golpeándose. De sus bocas salían llamas
de fuego. Y pregunté: ¿por qué vienen aquí y porque los atormenta
el demonio, y por qué sale fuego? Y me dijo: “Son los padres que no
se hicieron amar y respetar con sus hijos, los insultaron. Son los
hijos altaneros y groseros con sus padres.” Y pregunté: ¿Por qué van
ellos ahí? Y me dijo: ”Al final cuando cada uno se presente ante el
justo juez, sino fueron buenos van a decir, maldito de mi por no
haber respetado y amado a mis padres. Y por esa maldición va al
infierno. O va a decir, maldito por no obedecer y seguir la fe
católica. O al contrario, van a decir, maldito mis padres porque no
me enseñaron a respetarlos y amarlos. Por esa maldición los padres
van al infierno”.
Al contrario los padres deben respetar y dar amor a sus hijos.
Jamás con insultos. “Ore, ore, porque algunos pueden salvarse”
Vi que en esas casas, donde el padre y la madre, insulta a sus hijos,
los demonios salen de sus bocas como gusanos o serpientes que se
arrastran. Y poco a poco van y se meten al otro hijo, o al esposo que
está lejos. Vi que la única manera para acabar esos demonios en
esas casas, es rezar y especialmente el santo rosario.
Vi gente de toda clase y edades que votaban dinero al aire y
alrededor de ellos, gente muriéndose de hambre. ¿Y estos quiénes
son y por qué van al infierno? Y me dijo: ”Son todos los que
desperdician el dinero en lo que no sirve, son los que compran cosas
innecesarias, son los que hacen fiestas para sus gustos, invitan
únicamente a los que pueden llevarles algo o los invitan a otra
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fiestas. Son todos los que desperdiciaron, comprando demasiadas
cosas, y las dejan dañar en sus refrigeradores en vez de regalarlas.
Y nunca hacen obras de misericordia, solo piensan en ellos mismos
mientras alrededor del mundo se mueren de hambre. Ore, ore por
ellos para que se conviertan, y no vayan al lugar del castigo”.
Vi jóvenes que llevaban aparatos en sus oídos, no pregunté que
aparatos porque no los conozco, conectados a una radio, caminaban
como sonámbulos. Por esos aparatos les entraban escorpiones, sapos
y muerte. Y pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos aquellos
que escuchan música satánica, rock, la música metálica y se han
convertido en adoradores del diablo que los llevan a su propia
muerte y les hacen perder el sentido de la vida, son todos los que
entran al culto satánico, discotecas o en sus casas se encierran
escuchando a alto volumen esa maldita música, para ellos la vida no
tiene sentido, ni estudiar ni nada. Se vuelven perezosos y rebeldes.
Pobre juventud va a la perdición, ya no hay inocencia en los mayores
de 4 años. La maldita televisión y la música los han pervertido, y su
corazón enceguecido se va alejando de mí. Ore, ore, para que yo
pueda rescatarlos, pues viajan como moscas al mortecino. Ore, ore
para que abandonen todo, y no lleguen al lugar de castigo elegido
por ellos”.
Vi hombres y mujeres de toda clase, que caminaban de espalda, y un
demonio los arrastraba y al caminar, tropezaban con otros, y los
hacían caer. Pregunté quienes son, y me dijo: “Son todos aquellos
que me iban siguiendo por el camino del cielo, pero las dificultades,
los tropiezos, el desaliento, los problemas con los mismos grupos,
los hicieron que me abandonaran, y hoy van camino al infierno, y se
llevan a otros. A estos les es difícil volver a mí. Porque tiene un
demonio que los detiene, este demonio al final los entregara a
Satanás, y recibirá más orgullo por haber vencido a uno de los míos.
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Ore, ore por ellos, pues mi corazón se hiere continuamente, por
estos nuevos judas que no quieren sufrir por mí”.
Vi hombres y mujeres de diferentes edades y clases, golpeándose
el pecho con un cuchillo, luchaban por quitar un espectro humano,
desde los pechos hasta sus ingles. Al golpearse sus heridas
sangraban mientras que un demonio les gritaba, tú has sufrido
mucho por culpa de él , déle más duro, déle más duro, no le perdone
no le perdone. Entonces pregunté: ¿Quiénes son Señor, y quienes
son los que están en el pecho? El Señor me dijo: “Son todos aquellos
que nunca han perdonado la falta de sus hermanos, guardan
rencores, odio, resentimiento, rencillas, pensando que fueron los
únicos que sufrieron. Las personas que llevan en el pecho, son sus
supuestos enemigos. Y por eternidad de eternidades, lo tendrán en
el pecho como castigo. Oren, oren, para que perdonen, como yo
perdono, porque si no perdonan las faltas de sus hermanos, mi Padre
tampoco les perdonara”.
Vi hombres y mujeres de todas las edades, sus manos sangraban, y
ellos al mirarlas gritaban de terror. Y un demonio les cortaba con
una espada, los pasaba por parte y parte, volviéndolos nada.
Pregunté ¿Quiénes son Señor? Dijo: “Son todos los asesinos, los
secuestradores, los atracadores, son todos aquellos que le han
quitado la vida, a alguien, física psíquica, y espiritualmente. Son
aquellos que pudiendo salvar una vida, no lo hicieron, su sangre
clama, desde la tierra al cielo. La vida yo la doy y la quito cuando
quiero, nadie fuera de DIOS puede quitar la vida, ni a un niño, ni a
un anciano, ni aun un enfermo, solo DIOS dispone de ellos. Quien lo
hace le esperan los mas grandes castigos y tormentos, en el lago de
azufre donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Ore, ore,
porque hay muchos que están vivos y pueden arrepentirse, hija mía
ora, especialmente por los médicos”.
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Seguimos caminando y vi hombres y mujeres, jóvenes y niños de
todas las clases, iban dando vueltas entre sí como perdidos y
confusos, los demonios los cubrían con sus sombras, y les decían, no
crean, no crean. Y pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos
aquellos, que pertenecen a mi iglesia o pertenecieron, pero que
abandonaron los sacramentos, o si acuden no creen en ellos, ni en la
gracia ni en el poder santificador a través de ellos. Han despreciado
al DIOS de la verdad por la mentira. Quienes más sufrirán, son los
que no creyeron en mi real presencia, en la sagrada eucaristía, y se
hicieron sacrílegos, pues mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida y quien come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo le resucitaré el ultimo día. Ore, ore porque
algunos pueden regresar”.
Vi hombres, jóvenes, mujeres y niños con edad de razón, en gran
cantidad, caminaban a tientas, pisaban cualquier luz que los podía
iluminar, los demonios gritaban, no crean en la luz no crean! Y
pregunté ¿Quiénes son? Y me dijo: “Son todos aquellos, que han
cometido cualquier pecado y no lo han confesado, por pena, o porque
no creen. O si lo confesaron, no lo hicieron con verdadero
arrepentimiento. DIOS conoce el corazón de cada hombre. Ore, ore
para que se conviertan. Nadie que no confiese su pecado puede
entrar en el reino de los cielos”.
Entonces exclamé, ¡¡¡¡¡Señor JESÚS, DIOS mío quien puede
salvarse!!!!!
Me contestó: “Tu ven y sígueme. Para DIOS nada es imposible”.
Callé, y seguimos caminando. Encontramos miles, y miles que iban al
camino del infierno. No pregunté quienes eran ellos, solo iba
pensando, misericordia DIOS mío, misericordia Señor....
El no me dijo quienes eran, ni cual fue su pecado, eran de toda edad,
y de toda clase, y por algo que yo no entiendo, se me dio a saber,
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que eran de toda religión, fe y creencia. Porque DIOS hace juicio
sobre toda persona que vengan a esta tierra, nazca donde nazca y
crea en lo que crea. Después de caminar y caminar JESÚS me dijo:
“Aquí termina el camino al infierno” y se sentó sobre una piedra.
Sus llagas sangraban, sus ropas eran rojas y estaba llorando. Le dije
¿Qué tienes Señor y DIOS mío? ¿Por qué sus vestidos están rojos,
si llegaste de blanco y por qué sangran y por qué está llorando?
Y me dijo: “Lloro al saber, que para ellos mi sacrificio fue inútil, y
mi sangre se derramó en vano. Pues ellos no quisieron salvarse, me
despreciaron. Mis ropas están rojas empapadas por mi sangre que
he vertido en el dolor de sus pecados, y que ellos no quisieron
recibir. Ya que mi perdón esta dado por parte de mi Padre pero
ellos no me recibieron. Y yo les he escrito, el que me reciba lo haré
hijo de DIOS. Oh hija mía, ore, ore, ayúdame a la salvación de los
hombres y de las almas. Nos abrazamos y lloramos juntos, de pronto
yo estaba en mi cuarto, abrazada fuertemente en él, el miedo era
espantoso, todo mi cuerpo temblaba. Le dije Señor tengo miedo. Me
colocó la mano sobre la cabeza y me dijo: “esto que has visto no lo
contarás hasta dentro de 6 meses que te hayas repuesto
completamente. Luego te llevaré al cielo, y te mostrare el camino de
quienes van por él”.
Oramos juntos, se despidió dejándome en paz, lo vi partir, me volvió
a mirar. Aun iba llorando, sus ropas iban rojas, sus llagas,
sangraban, me dijo adiós con la mano, y desapareció de mi vista.
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