EL ANTICRISTO FRANCISCO.EN EL ANTICRISTO FRANCISCO
Estamos viviendo en la Iglesia lo propio de la mentira, es decir, confundir a las almas con obras buenas humanas, para que no se vean los errores y las mentiras que muchos sacerdotes y Obispos obran en sus ministerios en la Iglesia.
Roma se ha convertido en un conjunto de hombres que predican tonterías y que obran las cosas que a ellos les parece que son buenas en la Iglesia.
Mucha palabrería es lo que existe en la Iglesia. Mucho pensamiento del hombre, muchas razones para hacer cosas en la Iglesia, pero nadie hace la Voluntad de Dios en la Iglesia.
Un anticristo, como es Francisco, nunca puede dar las obras divinas en la Iglesia, sino que da las obras de los hombres y del demonio en la Iglesia.
Él sólo vive para su obsesión: el dinero. Vive para la añadidura en el Reino de los Cielo. Pero no vive para ser santo porque ese anticristo se opone, en todo, a la Santidad de Cristo en la Iglesia.
Jesús puso su camino de santidad en la Iglesia. Un camino muy difícil de recorrer para la Iglesia, porque supone atacar a los hombres, a los pensamientos de los hombres en la Iglesia.
Si no se lucha contra el hombre dentro de la Iglesia, no se obra la Mente de Cristo en la Iglesia, sino que se obran lo que los hombres piensan y sienten sobre la Iglesia.
Así está toda la Iglesia, empezando por su anticristo Francisco. Francisco no es Papa ni antipapa y, por tanto, su negocio en la Iglesia corresponde a su ser de hombre que se esclaviza al mal.
Francisco vive para obrar el mal en la Iglesia. Y lo obra de muchas maneras, porque hay muchos caminos para hacer el mal. Y sólo uno para hacer el bien.
Para hacer la Voluntad de Dios el camino es la Cruz. Para hacer la voluntad de los hombres el camino es el mundo. Y es claro que el anticristo Francisco se ha metido en el mundo y obra en la Iglesia las obras del demonio, propias del mundo.
La Iglesia pertenece a Dios, no a los hombres. Y, por eso, vemos que Roma es sólo de los hombres, pero no de Dios.
Dios ya no habla en Roma. Dios habla ahora fuera de Roma. Hay que buscar a Dios fuera de los sacerdotes y Obispos que se unen al anticristo Francisco. Nadie puede obedecer a Roma, porque Roma se ha abierto al mundo.
Pero es una apertura que todavía no se ve a las claras, porque no se han quitado las caretas en Roma. Siguen con sus caretas, con sus pantallas, con sus iniquidades en el pensamiento, pero obrando lo bueno con las manos. Y la gente, en la Iglesia, no se ha dado cuenta de esta maldad.
Así comienza siempre el demonio: con obras buenas, escondiendo la mentira, el error, el engaño.
El anticristo Francisco es un engaño en la Iglesia, pero todos lo siguen porque hace cosas buenas, como ayudar a los pobres y dar un contentamiento a los hombres. Pero ese anticristo no dice la Verdad a la Iglesia y no obra ninguna Verdad en la Iglesia.
La Iglesia sigue engañada por el anticristo Francisco. No ha salido de ese engaño, porque nadie ataca a Francisco como hay que atacarlo: declarándole la guerra en la Iglesia, dentro de la Iglesia.
La única forma de echar abajo a un anticristo es oponiéndose en todo a él. Como la Iglesia no hace eso, queda en el engaño. Como ve cosas buenas que hace el anticristo Francisco, entonces espera en vano una solución en la Iglesia.
La Iglesia no camina con el anticristo Francisco, porque él ama el mundo y lo que hay en el mundo, pero no ama a la Iglesia, porque, desde hace mucho tiempo, ha dejado de pertenecer a la Iglesia.
Esto no lo ven los hombres, porque juzgan al anticristo Francisco como una buena persona, que tiene sus errores, pero que se esfuerza por hacer un bien en la Iglesia.
Los hombres tienen que discernir estos tiempos para ser Iglesia, para formar Iglesia.
Y, para eso, hay que fijarse en lo que hacen los hombres dentro de la Iglesia: lo que hacen los sacerdotes y los Obispos que, ahora, están en Roma gobernando la Iglesia.
Y lo que obran es sencillo de ver: sus herejías, sus mentiras, sus falsas expectativas para el futuro de la Iglesia, su lenguaje complicado, oscuro, racionalista, humanista, naturalista, materialista, carnal, sus obras en contra del Evangelio y sus descaro en seguir siendo sacerdotes y Obispos mostrando su pecado en la Iglesia sin quitarlo.
Una Iglesia así no es la Iglesia que Jesús quiere. Y, por eso, no se puede seguir a nadie en Roma. No se puede ni molestarse en ver lo que dice el anticristo Francisco en sus homilías, que ya no convencen a nadie, porque muchos han visto su error, pero muchos no saben oponerse a ese error. Y los siguen escuchando y siguen esperando algo de él.
Este es el error de muchos. Sólo con el anticristo Francisco queda despreciarlo hasta que lo quiten y pongan a otro. Y no hay que hacer más con él.
Hay que oponerse a él totalmente y no otra cosa. No hay que hacerle el juego en Roma, que es lo que muchos siguen haciendo.
Hay que oponerse a él totalmente y no otra cosa. No hay que hacerle el juego en Roma, que es lo que muchos siguen haciendo.
Dios ha dado tiempo para discernir lo que pasa en Roma. Y pocos han sabido hacerlo, porque es más agradable seguir viviendo en la Iglesia con cualquier cabeza que la gobierne, y estar así en la Iglesia de cualquier manera. Eso es lo que hacen muchos: les importa muy poco quién está en la cabeza. Sólo les interesa sus cosas en la Iglesia, sus obras en la Iglesia, su interés privado en la Iglesia.
La Iglesia, hoy día, está compuesta de muchas comunidades, muchas asociaciones, muchos recursos humanos que destruyen la Iglesia, porque cada uno obra en la Iglesia lo que le parece bueno. Y todos se desviven por sus cosas, pero nadie hace Iglesia.
La mayor herejía en la Iglesia, hoy día, es tener multitud de grupos de oración y de comunidades, llenas de hombres, que obran cosas buenas humanas, pero que no hacen nada por la Iglesia, sino que todo lo hacen por sus comunidades o sus grupos de oración.
Es una Iglesia que sólo es un conjunto de hombres y nada más. Y, por eso, a nadie la interesa la cabeza que esté gobernando la Iglesia. Todos la siguen porque hay que seguir a alguien, no por fe en la Iglesia. Por eso, nadie se ha preocupado por batallar en contra de Francisco. Todos están muy a gusto en sus comunidades, en sus cosas humanas en la Iglesia, pero nadie vive la Fe. Nadie.
Nadie lucha por perseverar en la fe, en la Verdad, en el amor auténtico en la Iglesia. Todos tienen una conciencia ancha en la Iglesia y se conforman con cualquier cosa en la Iglesia.
Y hay que captar este hecho para enfrentarse al anticristo Francisco. Porque este anticristo habla de lo que ya vive. Y, por tanto, no puede hablar la Verdad. Él no vive la Verdad, sino sus verdades en la Iglesia. Y así habla, según lo que tiene en su pensamiento, un pensamiento que contradice en todo al Pensamiento Divino, a la Mente de Cristo. En todas las cosas. Y, por tanto, no hay que esperar nada bueno de él nunca en la Iglesia. Hay que esperar todo lo malo.
Porque un anticristo sólo es capaz de dar la maldad en la Iglesia. Nunca se va a poner en la verdad, porque no puede. Ya ha elegido la maldad para vivir, pero es una maldad camuflada, para que le dejen obrar en la Iglesia lo que quiere el demonio.
Y muchos analistas de la Iglesia en Roma no han captado esto y, por eso, lo que dicen del anticristo Francisco es falso, erróneo, equivocado, sin sentido.
Muchos quieren analizar lo que pasa en la Iglesia de una manera humana o racional. Y es imposible, porque la Iglesia es Espíritu, no racional. Y la Iglesia es llevada por el Espíritu en todo, no por los pensamientos y planes de los hombres.
Y el engaño en muchos es creer que el anticristo Francisco está haciendo las cosas bien en la Iglesia, como Dios las quiere.
El anticristo Francisco ha abierto la Iglesia al politeísmo, porque no cree en la Santísima Trinidad y, por tanto él se acoge a cualquier dios de los hombres. Él cree que con la fe en Dios es suficiente para salvarse.
Y no basta creer en Dios para salvarse. Es más, quien cree en Dios se condena, porque Dios se ha revelado como Uno y Trino, no como Dios. Luego, la fe en Dios es la Fe en el Dios Uno y Trino.
El demonio cree en Dios, pero no cree en Dios Uno y Trino, cree en su dios, que es él mismo. Él mismo se llama dios.
Los judíos creen en Dios, pero no creen en Dios Uno y Trino porque no aceptan al Hijo de Dios como Mesías. Y quien niega al Hijo, niega al Padre. Los judíos son anticristos, se oponen a Jesús a Su Obra, que es la Iglesia. Y, entonces, no se puede comulgar con los judíos. No se puede llamar a los judíos hermanos de Cristo, porque son Caínes de Cristo.
Los hombres creen en Dios, pero no en el Dios verdadero, sino en el dios que ellos se fabrican en su inteligencia humana. Hoy la humanidad se da culto a sí misma: a su pensamiento, a sus obras, a sus sentimientos, a sus vidas.
El anticristo Francisco, porque no cree en el Dios Uno y Trino, no puede creer en la Palabra del Pensamiento del Padre. No puede obrar el Evangelio. En consecuencia, él da su evangelio en la Iglesia. Él toma palabras del Evangelio y las interpreta según su pensamiento humano, según la ciencia, según la teología de la liberación, según las costumbres de los hombres, según el devenir de cada hombre. Por eso, para él todo es una memoria del pasado que debe actualizar según lo que piensan los hombres, según sus problemas en la vida, según sus intereses humanos.
El anticristo Francisco destroza en cada homilía la Palabra de Dios. Y nadie se ha dado cuenta de este hecho, porque dice cosas bonitas que les gusta oír a todos los hombres.
Y si el anticristo Francisco no cree en el verdadero Dios, ni tampoco en Jesús, entonces no puede creer en la Obra de Jesús, que es la Iglesia, y que le corresponde al Espíritu.
El anticristo Francisco niega el Espíritu en la práctica. Pude nombrar al Espíritu y predicar del Espíritu, como lo hace de Jesús y de todas las cosas de la vida espiritual. Pero Francisco se opone al Espíritu porque se opone al Padre y al Hijo.
Entre el Padre y el Hijo sólo se da el Espíritu. Y no se da nada más. La Obra del Padre es la Obra del Hijo y es la Obra del Espíritu. El anticristo Francisco niega las tres obras y, por eso, se inventa una nueva iglesia en Roma: la iglesia de su pensamiento humano. Y, como los hombres viven pensando la vida, entonces viven engañados con el anticristo Francisco.
Nadie en la Iglesia sigue al Espíritu, sino que todos siguen los que los hombres piensan y hablan.
Por eso, el desastre es cada día mayor en la Iglesia. Mayor. Ya no hay camino en Roma para ser Iglesia. Ya sólo hay destrucción. Y aquel que no quiera verlo, se engaña con sus fábulas sobre la Iglesia. Fábulas que nacen de la inteligencia de los hombres y que hace que muchos sigan con sus vendas en los ojos y no vean la Verdad de lo que sucede en Roma.
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