RADIO DEL EJERCITO MARIANO INTERNACIONAL SEÑAL EN VIVO : WWW.EJERCITOMARIANOFM.CASTER.FM

lunes, 8 de febrero de 2016

EL ANTICRISTO FRANCISCO.EN EL ANTICRISTO FRANCISCO


viveloquehay
Estamos viviendo en la Iglesia lo propio de la mentira, es decir, confundir a las almas con obras buenas humanas, para que no se vean los errores y las mentiras que muchos sacerdotes y Obispos obran en sus ministerios en la Iglesia.
Roma se ha convertido en un conjunto de hombres que predican tonterías y que obran las cosas que a ellos les parece que son buenas en la Iglesia.
Mucha palabrería es lo que existe en la Iglesia. Mucho pensamiento del hombre, muchas razones para hacer cosas en la Iglesia, pero nadie hace la Voluntad de Dios en la Iglesia.
Un anticristo, como es Francisco, nunca puede dar las obras divinas en la Iglesia, sino que da las obras de los hombres y del demonio en la Iglesia.
Él sólo vive para su obsesión: el dinero. Vive para la añadidura en el Reino de los Cielo. Pero no vive para ser santo porque ese anticristo se opone, en todo, a la Santidad de Cristo en la Iglesia.

Jesús puso su camino de santidad en la Iglesia. Un camino muy difícil de recorrer para la Iglesia, porque supone atacar a los hombres, a los pensamientos de los hombres en la Iglesia.
Si no se lucha contra el hombre dentro de la Iglesia, no se obra la Mente de Cristo en la Iglesia, sino que se obran lo que los hombres piensan y sienten sobre la Iglesia.
Así está toda la Iglesia, empezando por su anticristo Francisco. Francisco no es Papa ni antipapa y, por tanto, su negocio en la Iglesia corresponde a su ser de hombre que se esclaviza al mal.
Francisco vive para obrar el mal en la Iglesia. Y lo obra de muchas maneras, porque hay muchos caminos para hacer el mal. Y sólo uno para hacer el bien.
Para hacer la Voluntad de Dios el camino es la Cruz. Para hacer la voluntad de los hombres el camino es el mundo. Y es claro que el anticristo Francisco se ha metido en el mundo y obra en la Iglesia las obras del demonio, propias del mundo.
La Iglesia pertenece a Dios, no a los hombres. Y, por eso, vemos que Roma es sólo de los hombres, pero no de Dios.
Dios ya no habla en Roma. Dios habla ahora fuera de Roma. Hay que buscar a Dios fuera de los sacerdotes y Obispos que se unen al anticristo Francisco. Nadie puede obedecer a Roma, porque Roma se ha abierto al mundo.
Pero es una apertura que todavía no se ve a las claras, porque no se han quitado las caretas en Roma. Siguen con sus caretas, con sus pantallas, con sus iniquidades en el pensamiento, pero obrando lo bueno con las manos. Y la gente, en la Iglesia, no se ha dado cuenta de esta maldad.
Así comienza siempre el demonio: con obras buenas, escondiendo la mentira, el error, el engaño.
El anticristo Francisco es un engaño en la Iglesia, pero todos lo siguen porque hace cosas buenas, como ayudar a los pobres y dar un contentamiento a los hombres. Pero ese anticristo no dice la Verdad a la Iglesia y no obra ninguna Verdad en la Iglesia.
La Iglesia sigue engañada por el anticristo Francisco. No ha salido de ese engaño, porque nadie ataca a Francisco como hay que atacarlo: declarándole la guerra en la Iglesia, dentro de la Iglesia.
La única forma de echar abajo a un anticristo es oponiéndose en todo a él. Como la Iglesia no hace eso, queda en el engaño. Como ve cosas buenas que hace el anticristo Francisco, entonces espera en vano una solución en la Iglesia.
La Iglesia no camina con el anticristo Francisco, porque él ama el mundo y lo que hay en el mundo, pero no ama a la Iglesia, porque, desde hace mucho tiempo, ha dejado de pertenecer a la Iglesia.
Esto no lo ven los hombres, porque juzgan al anticristo Francisco como una buena persona, que tiene sus errores, pero que se esfuerza por hacer un bien en la Iglesia.
Los hombres tienen que discernir estos tiempos para ser Iglesia, para formar Iglesia.
Y, para eso, hay que fijarse en lo que hacen los hombres dentro de la Iglesia: lo que hacen los sacerdotes y los Obispos que, ahora, están en Roma gobernando la Iglesia.
Y lo que obran es sencillo de ver: sus herejías, sus mentiras, sus falsas expectativas para el futuro de la Iglesia, su lenguaje complicado, oscuro, racionalista, humanista, naturalista, materialista, carnal, sus obras en contra del Evangelio y sus descaro en seguir siendo sacerdotes y Obispos mostrando su pecado en la Iglesia sin quitarlo.
Una Iglesia así no es la Iglesia que Jesús quiere. Y, por eso, no se puede seguir a nadie en Roma. No se puede ni molestarse en ver lo que dice el anticristo Francisco en sus homilías, que ya no convencen a nadie, porque muchos han visto su error, pero muchos no saben oponerse a ese error. Y los siguen escuchando y siguen esperando algo de él.
Este es el error de muchos. Sólo con el anticristo Francisco queda despreciarlo hasta que lo quiten y pongan a otro. Y no hay que hacer más con él.
Hay que oponerse a él totalmente y no otra cosa. No hay que hacerle el juego en Roma, que es lo que muchos siguen haciendo.
Dios ha dado tiempo para discernir lo que pasa en Roma. Y pocos han sabido hacerlo, porque es más agradable seguir viviendo en la Iglesia con cualquier cabeza que la gobierne, y estar así en la Iglesia de cualquier manera. Eso es lo que hacen muchos: les importa muy poco quién está en la cabeza. Sólo les interesa sus cosas en la Iglesia, sus obras en la Iglesia, su interés privado en la Iglesia.
La Iglesia, hoy día, está compuesta de muchas comunidades, muchas asociaciones, muchos recursos humanos que destruyen la Iglesia, porque cada uno obra en la Iglesia lo que le parece bueno. Y todos se desviven por sus cosas, pero nadie hace Iglesia.
La mayor herejía en la Iglesia, hoy día, es tener multitud de grupos de oración y de comunidades, llenas de hombres, que obran cosas buenas humanas, pero que no hacen nada por la Iglesia, sino que todo lo hacen por sus comunidades o sus grupos de oración.
Es una Iglesia que sólo es un conjunto de hombres y nada más. Y, por eso, a nadie la interesa la cabeza que esté gobernando la Iglesia. Todos la siguen porque hay que seguir a alguien, no por fe en la Iglesia. Por eso, nadie se ha preocupado por batallar en contra de Francisco. Todos están muy a gusto en sus comunidades, en sus cosas humanas en la Iglesia, pero nadie vive la Fe. Nadie.
Nadie lucha por perseverar en la fe, en la Verdad, en el amor auténtico en la Iglesia. Todos tienen una conciencia ancha en la Iglesia y se conforman con cualquier cosa en la Iglesia.
Y hay que captar este hecho para enfrentarse al anticristo Francisco. Porque este anticristo habla de lo que ya vive. Y, por tanto, no puede hablar la Verdad. Él no vive la Verdad, sino sus verdades en la Iglesia. Y así habla, según lo que tiene en su pensamiento, un pensamiento que contradice en todo al Pensamiento Divino, a la Mente de Cristo. En todas las cosas. Y, por tanto, no hay que esperar nada bueno de él nunca en la Iglesia. Hay que esperar todo lo malo.
Porque un anticristo sólo es capaz de dar la maldad en la Iglesia. Nunca se va a poner en la verdad, porque no puede. Ya ha elegido la maldad para vivir, pero es una maldad camuflada, para que le dejen obrar en la Iglesia lo que quiere el demonio.
Y muchos analistas de la Iglesia en Roma no han captado esto y, por eso, lo que dicen del anticristo Francisco es falso, erróneo, equivocado, sin sentido.
Muchos quieren analizar lo que pasa en la Iglesia de una manera humana o racional. Y es imposible, porque la Iglesia es Espíritu, no racional. Y la Iglesia es llevada por el Espíritu en todo, no por los pensamientos y planes de los hombres.
Y el engaño en muchos es creer que el anticristo Francisco está haciendo las cosas bien en la Iglesia, como Dios las quiere.
El anticristo Francisco ha abierto la Iglesia al politeísmo, porque no cree en la Santísima Trinidad y, por tanto él se acoge a cualquier dios de los hombres. Él cree que con la fe en Dios es suficiente para salvarse.
Y no basta creer en Dios para salvarse. Es más, quien cree en Dios se condena, porque Dios se ha revelado como Uno y Trino, no como Dios. Luego, la fe en Dios es la Fe en el Dios Uno y Trino.
El demonio cree en Dios, pero no cree en Dios Uno y Trino, cree en su dios, que es él mismo. Él mismo se llama dios.
Los judíos creen en Dios, pero no creen en Dios Uno y Trino porque no aceptan al Hijo de Dios como Mesías. Y quien niega al Hijo, niega al Padre. Los judíos son anticristos, se oponen a Jesús a Su Obra, que es la Iglesia. Y, entonces, no se puede comulgar con los judíos. No se puede llamar a los judíos hermanos de Cristo, porque son Caínes de Cristo.
Los hombres creen en Dios, pero no en el Dios verdadero, sino en el dios que ellos se fabrican en su inteligencia humana. Hoy la humanidad se da culto a sí misma: a su pensamiento, a sus obras, a sus sentimientos, a sus vidas.
El anticristo Francisco, porque no cree en el Dios Uno y Trino, no puede creer en la Palabra del Pensamiento del Padre. No puede obrar el Evangelio. En consecuencia, él da su evangelio en la Iglesia. Él toma palabras del Evangelio y las interpreta según su pensamiento humano, según la ciencia, según la teología de la liberación, según las costumbres de los hombres, según el devenir de cada hombre. Por eso, para él todo es una memoria del pasado que debe actualizar según lo que piensan los hombres, según sus problemas en la vida, según sus intereses humanos.
El anticristo Francisco destroza en cada homilía la Palabra de Dios. Y nadie se ha dado cuenta de este hecho, porque dice cosas bonitas que les gusta oír a todos los hombres.
Y si el anticristo Francisco no cree en el verdadero Dios, ni tampoco en Jesús, entonces no puede creer en la Obra de Jesús, que es la Iglesia, y que le corresponde al Espíritu.
El anticristo Francisco niega el Espíritu en la práctica. Pude nombrar al Espíritu y predicar del Espíritu, como lo hace de Jesús y de todas las cosas de la vida espiritual. Pero Francisco se opone al Espíritu porque se opone al Padre y al Hijo.
Entre el Padre y el Hijo sólo se da el Espíritu. Y no se da nada más. La Obra del Padre es la Obra del Hijo y es la Obra del Espíritu. El anticristo Francisco niega las tres obras y, por eso, se inventa una nueva iglesia en Roma: la iglesia de su pensamiento humano. Y, como los hombres viven pensando la vida, entonces viven engañados con el anticristo Francisco.
Nadie en la Iglesia sigue al Espíritu, sino que todos siguen los que los hombres piensan y hablan.
Por eso, el desastre es cada día mayor en la Iglesia. Mayor. Ya no hay camino en Roma para ser Iglesia. Ya sólo hay destrucción. Y aquel que no quiera verlo, se engaña con sus fábulas sobre la Iglesia. Fábulas que nacen de la inteligencia de los hombres y que hace que muchos sigan con sus vendas en los ojos y no vean la Verdad de lo que sucede en Roma.
: FRANCISCO: ENEMIGO DE LA IGLESIA.

EN FRANCISCO: ENEMIGO DE LA IGLESIA


“…a todos – creyentes y no creyentes – ha llegado a través de palabras sencillas y fuertes, su concepción de la Iglesia y de la fe. Gracias por habernos impresionado por la ausencia de cualquier dogmatismo, dejando espacio para la duda” (Napolitano a Francisco).
racionalismo
Así piensa el mundo sobre Francisco y así dice la Palabra de Dios sobre Francisco:
“Ellos del mundo son: por eso hablan inspirados por el mundo, y el mundo los escucha” (1 Jn 4, 5).
Cuando el mundo aplaude a la Iglesia entonces la Iglesia se ha hecho mundana.
Cuando el mundo le gusta lo que hay dentro de la Iglesia, entonces la Iglesia se ha hecho del mundo.
¿Qué falta ahora?
Sólo hacer que la Iglesia sea despojada de toda Verdad para que viva como el mundo: en la duda, en el error, en la mentira.
Francisco da a la mentira, da a la duda el camino de la Iglesia. Ya lo dijo en sus declaraciones que todos pueden leer. Para creer en Dios es necesario dudar, es decir, no asirse a ninguna Verdad, a ningún dogmatismo.
Es lo que se refleja en todas partes desde que Francisco inició se reinado en la Iglesia.
Ya no existe la Verdad porque lo dice Francisco.
Ya hay que dudar de todo porque lo dice Francisco.
Y no se puede criticar a Francisco porque es Infalible, ya que se llama Papa.
Así piensan muchos en la Iglesia y se tragan la mentira como corderos llevados al matadero.
Francisco ha destruido la Iglesia, la Verdad en la Iglesia. Esa es la impresión que tienen los que están fuera de la Iglesia. Eso es lo que ha captado ese presidente de Italia, que como es un comunista, a semejanza de Francisco, vive lo mismo que vive Francisco: la herejía, la mentira, el error en todo.
Y está contentísimo con Francisco que le dice lo que quiere oír en su pensamiento humano.
Francisco está para eso: para alabar a los hombres, para darles contento en sus vidas humanas, para abrazar a los hombres aunque sean unos demonios como él es el mayor demonio de todos.
Y, por supuesto, la Iglesia aplaude al presidente de Italia. No faltaría más. Se ha convertido ese presidente en hermano de la Iglesia, en hijo de Dios porque hay que vivir en la duda para ir al Cielo.
La concepción de la Iglesia y de la fe que tiene Francisco es sólo la destrucción de todo dogma en la Iglesia.
Eso es lo que piensa Francisco que hay que hacer en la Iglesia. Pero no sabe cómo, porque hay una oposición real para obrar eso. Hay que quitar el dogma. Pero, ¿cómo se puede quitar si el mismo gobierno horizontal está dividido? No hay manera.
Es necesario un hombre intelectual fuerte que a base de documentos oficiales vaya quitando el dogma.
Francisco, con sus charlitas, no puede hacer nada. Sólo sonrojar a la Iglesia con sus idioteces. Ya la gente empieza a despertar de lo que es Francisco. Y ya la gente está cansada de tanto sentimentalismo de Francisco con los pobres y con los que no tienen trabajo. Tanta caridad inútil y vacía de espiritualidad que transmite Francisco.
La gente está harta de eso porque eso es el pan de cada día en el mundo. Y estar en una iglesia que se ocupa de lo mismo que se ocupan los gobiernos del mundo, eso es lo más absurdo que hay en la vida.
Para la gente de fe, lo que hace Francisco es destruir la Iglesia por querer abrirse al mundo y a sus negocios en el mundo.
Para la gente sin fe, eso es precisamente lo que tiene que hacer la Iglesia.
Por eso, esta es la señal del cambio en la Iglesia.
Para abrirse al mundo es necesario primero acabar con todos los dogmas en la Iglesia, con toda la Tradición en la Iglesia, con toda la fe católica en la Iglesia. Y eso sólo se puede hacer en la Iglesia con un documento oficial, no como lo hace Francisco.
Francisco se equivoca en la Iglesia, porque nadie le puede seguir, ya que existen en la Iglesia leyes contrarias al mundo y bien definidas durante 20 siglos.
Francisco está consiguiendo la oposición dentro de la Iglesia. Y eso es muy peligroso para un gobernante. Ya ha dividido la Iglesia con sus estúpidas homilías y su estúpida vida.
Francisco lo ha hecho mal desde el principio, porque no ha sabido callar sus errores. Tenía que haber dado documentos oficiales, como el gobierno horizontal, para no tener oposición en sus obras. Pero él no sabe gobernar con la cabeza. Él sólo sabe vivir su vida.
Y el que tiene fe desprecia la vida de Francisco. El que vive de fe no hace caso a Francisco, no le interesa Francisco para ser Iglesia, para estar en la Iglesia, sino que ve Francisco como un enemigo de la Iglesia y de la verdad en la Iglesia.
Es lo que muchos no quieren ver en Francisco, porque se siguen aferrando a sus falsos respetos a la Jerarquía y a la falsa obediencia ciega al Papa.
El demonio sabe muy bien seducir en la Iglesia a las almas. Y las ha atracado a través de la cabeza, porque todo el mundo sigue en la Iglesia una cabeza.
Y, por eso, el plan brillante del demonio: coger a las almas por un orgulloso, lleno de sentimentalismo, que vive para el demonio, para hacer en la Iglesia la obra del demonio: “quien obra el pecado, del diablo procede” (1 Jn 3, 8).
Un hombre que se ha pasado ocho meses obrando su pecado en la Iglesia, es sólo un demonio, un maldito. Es que no tiene otro nombre. Francisco procede del demonio, porque el demonio peca desde el principio.
Desde el comienzo de su reinado en la Iglesia Francisco ha pecado. Eso es señal de cómo está la Iglesia que aplaude, desde el principio, a un demonio. Que lo acoge como verdad en su vida eclesial, que se une a un demonio para hacer Iglesia y ser Iglesia.
Nadie ha captado la gravedad de los momentos por los cuales la Iglesia está pasando. Nadie. Y todos miran esperanzados que Francisco salga adelante con la Iglesia. Y pocos entienden la verdad de lo que es realmente Francisco.
Francisco no es lo que parece. Es el primer anticristo de muchos. Es el primero que ha roto la unidad de Jesús, la unidad en la Verdad, que es Jesús (cf. 1 Jn 4, 3). Y, por consiguiente, es el maldito que el demonio necesitaba para poner su maldición en la Iglesia.
Del gobierno horizontal sale la cabeza pensante de la nueva iglesia, la cabeza intelectual que hará que la Iglesia bese el mundo y al demonio y se convierta en la primera Ramera de todos los siglos.

Francisco y sus hermanos judíos

“Hoy hace 75 años tuvo lugar la denominada “Noche de los cristales”: la violencia de la noche entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938 contra los judíos, las sinagogas, las casas, marcaron un triste paso hacia la tragedia de la Shoah. Renovemos nuestro apoyo y solidaridad con el pueblo judío, nuestros hermanos mayores. Y roguemos a Dios para que la memoria del pasado, el recuerdo de los pecados pasados nos ayude a prestar atención siempre contra toda forma de odio e intolerancia” (Angelus – Ciudad del Vaticano, 11 noviembre 2013).
elespiritu
Esta es la falsedad que transmite Francisco al mundo y a la Iglesia.
Francisco se centra en un hecho histórico pero sin decir la Verdad de ese acontecimiento.
No dice la Verdad de la razón de esa matanza a los judíos y no dice la Verdad del régimen nazi.
Sólo recuerda un hecho que, para la mayoría de los hombres, no le interesa en absoluto. Como este hecho hay muchos desde que el hombre fue creado por Dios. Desde Caín y Abel, esto siempre se repite en toda la historia de los hombres.
Y cuando desde la Silla de Pedro se hace esta proclama entonces se engaña al mundo y a la Iglesia.
Pedro tiene que juzgar a los hombres y, por tanto, no hacer acepción de personas, como aquí lo hace Francisco.
Francisco no es Papa. Y, por tanto, Francisco no tiene derecho a hablar ni de los judíos ni de los nazis desde la Silla de Pedro. Si lo hace es sólo para confundir, porque interesa transmitir este mensaje, tanto al mundo como a la Iglesia.
Los judíos tienen que entrar en la Iglesia. Es lo que persigue Francisco.
Los judíos son los hermanos de Francisco, pero no son miembros de la Iglesia, no son hermanos para la Iglesia. Son enemigos declarados para la Iglesia. La Iglesia no quiere a los judíos hasta que no quiten su pecado, que fue matar al Hijo de Dios y no arrepentirse de ese pecado. Llevan ya 20 siglos viviendo su pecado, que es esperar a Su Mesías, que será el Anticristo para muchos de ellos.
El Anticristo es un judío que se proclama a sí mismo el Mesías, el Salvador del mundo. Este es el fruto de haber matado al Mesías y de no haberse arrepentirse de ese pecado: que de esa raza judía salga el Anticristo.
Francisco se esfuerza para que la Iglesia acepte como hermanos a los judíos. Y los judíos, igual que las demás iglesias, no son hermanos, sino enemigos de la Iglesia Católica. Y hay que amarlos como enemigos, no como amigos. Y, por tanto, hay que recordarles su pecado siempre, constantemente, que es lo que no hace Francisco, porque no hay pecado para él. Sólo hay errores, una forma de odio y de violencia entre los hombres.

Si los nazis mataron a los judíos es por causa de ellos mismos, de los judíos. No es por causa de nadie más. El pecado de los nazis es un pecado, en Dios, distinto al pecado de los judíos.
El pecado de los judíos es el pecado de Caín. En este pecado se simboliza lo que les pasa a los judíos siempre: “Maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te dará sus frutos, y andarás por ella fugitivo y errante” (Gn 4, 7).
Los judíos mataron a su hermano de sangre Jesús y, por tanto, son malditos. Y aunque se ganen la vida, siempre tendrán que irse de ese lugar y buscar otro. Si no lo hacen, Dios pondrá un pueblo para hacerlo, como fueron los nazis.
Si no se lee así la historia, con los ojos divinos, entonces todo consiste en llorar lágrimas por los judíos y aborrecer a los nazis, que es lo que enseña Francisco. Francisco no enseña a amar a los nazis, sino que sólo le interesa poner el amor a los judíos.
Ni hay que llorar por la matanza de los judíos a mano de los nazis, por la maldición que tiene ese pueblo, ni hay que aborrecer a los nazis, porque cumplieron la Justicia Divina, que siempre Dios la obra a través del demonio y de los hombres en pecado.
Si esto no lo enseña Francisco, entonces está engañando a todo el mundo, que es lo único que le interesa a Francisco.
A la Iglesia lo que le importa contemplar es la acción de Dios en Ella y la acción de Dios en el mundo. Saber discernir eso en el Espíritu.
A la Iglesia no le interesa contar batallitas entre hombres, entre pueblos, como lo hace Francisco.
Para Francisco en la historia de los hombres no aparece Dios, sino sólo hechos históricos que hay que leerlos con la cabeza de cada uno, hay que entenderlos según la idea filosófica que cada uno se invente. No hay nada divino en la historia de los hombres, y, por eso, se esfuerza por hacer entender a la Iglesia que debe abrirse a los judíos y recordar que son también hermanos porque son hombres.
Y desde Jesús ya no hay hombres. Sólo hay o hijos de Dios o hijos del demonio.
Los judíos son hijos del demonio. Hay que llamar a las cosas por su nombre: son “malditos”. Y una maldición divina hace la raza de Caín maldita, es decir, sin posibilidad de ser hijo de Dios.
Los judíos provienen de Caín y de Abel. Los fariseos, los saduceos, los escribas provienen espiritualmente de Caín. Jesús proviene espiritualmente de Abel.
La generación en Dios no hay que tomarla de forma humana o carnal, sino espiritual. Desde Abel y Caín hay dos generaciones espirituales en el mundo: Dios y el demonio. Las almas que siguen a Dios y las almas que siguen al demonio.
Y, desde Jesús, hay dos filiaciones: los hijos de Dios y los hijos del demonio. Los hijos de los hombres no interesan para nada. Los hombres o son de Dios o son del demonio.
Y es claro que los judíos son hijos del demonio y, por tanto, no son miembros de la Iglesia Católica porque sólo los hijos de Dios pertenecen a la Iglesia. Y los hijos de Dios no son sólo por el Bautismo, sino también por el Sacerdocio de Cristo en la Iglesia.
Lo que hicieron los nazis es una cuestión de la Justicia Divina, y sólo en Ella se puede entender toda la Segunda Guerra Mundial. Si esta guerra sólo se la contempla desde los hechos humanos, entonces nadie entiende nada de esa guerra.
Los nazis hicieron su papel con los judíos. Y, una vez, hecho, la guerra se acabó. Porque la segunda guerra era acabar con los nazis. Y, ¿de qué forma? Que ellos exterminaran a los judíos. Y esto por la Justicia Divina, para señalar dos cosas a los hombres:
a. de los nazis viene la opresión a todos los hombres;
b. de los judíos viene el Anticristo.
Los nazis representan, no al pueblo alemán, sino al hombre que se ha puesto por encima de Dios. Ese es el espíritu del nazismo. Es un humanismo llevado al ocultismo. En ese humanismo está el poder del demonio para matar a los hombres. Para eso sirve el nazi: para aniquilar a través del odio y de la violencia.
El nazi es un engendro del demonio en la historia de los hombres. Y el nacismo volverá de nuevo en la última etapa del anticristo.
Dios enseña al hombre cómo se aniquila esa estirpe del demonio, que sólo mata por matar, por el placer de matar, que eso es el espíritu demoniaco: el placer de llevar a las almas a la condenación.
Y sólo se puede aniquilar a un pueblo -con el ideal de matar- con una guerra entre hombres. Por eso, viene la tercera guerra mundial, porque viene un pueblo que quiere aniquilarlo todo de la faz de la tierra. Un pueblo que se ha puesto por encima de Dios y que se llama a sí mismo dios.
Y las guerras son sólo la consecuencia del enfrentamiento entre dos bandos: los hijos de Dios y los hijos del demonio. No es el enfrentamiento entre hombres, porque ya, después de Jesús, no hay hombres, no puede haberlos. Por eso, la vida espiritual es una batalla de espíritus y sólo de espíritus.
Por eso, Francisco dice todas estas cosas porque le conviene decirlas, no por amor a los judíos, ni por amor a la Iglesia, ni por amor a la verdad.
Está obligado por la masonería a decir todas estas cosas. Es su trabajo en la Iglesia, es su obra de teatro en la Iglesia. Y, por eso, la Iglesia tiene el deber de atacar a Francisco si quiere seguir siendo Iglesia.
Como la Iglesia no hace esto, sino que se deja embaucar por las fauces de ese lobo, la Iglesia va a tener su merecido castigo muy pronto.
Aplaudís a un caudillo, que es otro nazi, entonces daréis culto al demonio dentro de la Iglesia. Es la consecuencia. Cada uno tiene en la vida lo que busca.
El culto a Dios desparece ya de la Iglesia, porque sólo ha quedado el culto al demonio, que representa Francisco en la Silla de Pedro.
Ahí tienen la cara del demonio en el que es, para muchos, el líder indiscutible de la verdad en la Iglesia y en el mundo. Y es sólo un pobre hombre que no sabe nada de la verdad, ni en el mundo ni en la Iglesia.