APOSENTOS DE ADORACIÓN,
LÁMPARAS DEL AMOR DIVINO.
LÁMPARAS DEL AMOR DIVINO.
APOSENTOS DE
ADORACIÓN.
1. Jesús
dice: Hijo mío: os he traído al tabernáculo
de mi amor porque mi Divino Corazón tiene sed de almas. Venid, pues, y saciad
mi ardiente sed con el agua refrescante de vuestra adoración y reparación. Si
vuestros ojos se abrieran para ver las maravillas que los Ángeles y Santos
contemplan en el cielo, postraríais vuestro rostro frente a mi humilde
presencia en la Sagrada Hostia, porque Soy alabado, adorado y amado por un
sinnúmero de seres celestiales en, ésta, mi morada en la tierra. Escuchad los
latidos de mi Corazón Eucarístico, latidos que sosiegan y aquietan vuestro
cuerpo, alma y espíritu para que os extasiéis frente al prodigio más grande de
mi amor. La Iglesia Triunfante y Purgante se unen a vuestra adoración,
adoración que es canto melodioso, agradable a mis oídos y bálsamo sanador para
mi Corazón herido, porque habéis venido a adorar mi invención de amor,
invención que es real presencia en el Pan Consagrado. Aquí en mi Tabernáculo
podréis descansar, vuestro corazón se unirá al mío, nuestras miradas se
entrelazarán, vuestro espíritu se adormilará dulcemente porque el silencio de
mi Morada es canto melodioso que os invade de mi paz. Venid hijo mío que
hablaré a vuestro corazón, os mostraré tesoros inefables, riquezas del cielo
que os darán Sabiduría sublime, Sabiduría que no encontraréis en los libros
porque la ciencia humana es limitada e incomparable a mi Sabiduría Divina.
Si alcanzarais a sopesar la magnitud de amor que contiene mi Eucarístico Corazón,
lo pasarías días enteros amándome porque el amor que se os da afuera es un amor
imperfecto, condicionado, manipulado. Si alcanzarais a descubrir los grandes
misterios encerrados en mi Tabernáculo de amor, seríais lámparas del Amor
Divino, lámpara que físicamente arde de amor con su oración en mi mansión
celestial o espiritualmente, cuando no podáis corpóreamente, adorándome por ser
vuestro Dios y reparando porque soy maltratado en muchos de los Sagrarios de la
tierra.
Alma
adoradora del silencio: He venido a vuestro
Tabernáculo por misericordia vuestra, ya que os habéis dignado pronunciar mi
nombre, nombre que resonó en la profundidad de mi corazón. Nombre que no
dejasteis de pronunciar hasta no verme de rodillas en vuestra mansión de amor,
mansión en la que habita el Hombre-Dios porque se ha quedado hasta la consumación
de los siglos en la Sagrada Hostia. Sagrada Hostia que es adorada por la corte
celestial porque en ella vuestra presencia es verdadera.
Sagrada Hostia que es
manjar del cielo, manjar que hace que viváis en mí y yo en Vos. Sagrada Hostia
que os hace Emmanuel, Dios con nosotros, porque estáis aquí cautivándome,
enamorándome, hablándome dulcemente al oído; estáis aquí aquietando mi corazón
porque sois remanso de paz. Estáis aquí, serenando mi espíritu porque sois el
hijo de Dios que calmó la fuerte tempestad, mientras vuestros discípulos se
encontraban inquietos en alta mar.
Estáis aquí, haciéndome partícipe de un
pedacito de cielo, cielo en el que me recreo, me deleito y me gozo porque
vuestro Tabernáculo es la puerta del cielo siempre abierta, puerta de oro que
muestra por anticipado una mínima parte de vuestro Reino. Sé, amado Jesús mío,
que si mis ojos pudiesen contemplar las maravillas que hay ocultas frente a mí,
me moriría de amor, mi corazón reventaría ante vuestra grandeza, pero dadme
resignación en esperar aquel majestuoso momento en que mi espíritu vuele al
cielo a habitar en una de vuestras moradas celestiales; por ahora seguiré
amándoos, adorándoos y reconociéndoos como a mi Señor en el Tabernáculo del
Amor.
- Os adoro, os alabo y os amo con todas las almas que, en esta hora, os están amando en la tierra y en el cielo. Amén.
Sea por
siempre bendito y alabado el
Santísimo y Divinísimo Sacramento.
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